Hoy pasó por mí calle una furgoneta con altavoces que emitían grabado el silbo del afiador, aquel que escuchaba de niño cuando a Cudeiro se acercaba el afilador y paragüero de Nogueira de Ramuín y que además de tocar su sintonía con flauta, gritaba :

—- Afiador e paragüero. Afío cuchillos e arreglo paraguas, potas e mulleres.

A lo que Estrellita, la hija del Talladas, le respondía…

—- Como non te cales… ti sí que vas sair de aquí arreglado.

Me parece que Estrellita fue la primera feminista que conocí y aquel afilador el primero de los artesanos que ceden el nombre de su oficio a todos los habitantes de Ourense. La verdad que ver un afilador en furgoneta me rompió todos mis esquemas tradicionales, esos que conservo con admiración porque siempre fui un manazas. Los oficios son la memoria histórica de aquel ayer no tan lejano y suponen hoy la recreación artística y etnográfica de aquellos singulares esfuerzos: Canteiros de Poio, oleiros de Buño, ferreiros de Riotorto, palilleiras de Camariñas, fiandeiras de Zas, panadeiros de Cea, afiadores de Luintra, carboeiros de Castrelo do Val, arrieiros de Maside… Campaneiros, telleiros, seitureiras, guarnicioneiros, tecedoras, alabardeiros… Queda en la modernidad Galicia mucha gente con oficio, protagonista de los mitos que pueblan el paisaje. Es gente que responde a la identidad de artistas asociados a la geografía de cada lugar. El de los oficios, es un rico mundo de esfuerzos poco compartidos, nacidos de las posibilidades del país y desde la propia creatividad del hombre. En ese mundo se mezclan cultura y tradición. Y en él se establecen relaciones sociales de taller o viejo molino, donde surgen cómplices convivencias que no siempre fueron lícitas.

XERARDO RODRÍGUEZ