"Declarado “Patrimonio de la Humanidad”, es como un inmenso museo habitado de pintura, escultura, miniados, orfebrería y bordados... Al cumplirse el centenario de la proclamación de la Virgen de Guadalupe como Patrona de Extremadura, el año 2007 fue declarado “Año Jubilar”. Fue en aquel entonces cuando Teresiano Rodríguez Núñez escribió lo que sigue : 


“Ay de Valencia a Guadalupe LXXXVI leguas y media… Ay de Guadalupe a la Peña de Santa María de Francia 35 leguas… Ay de Segovia a Guadalupe camino de buenas posadas, LII leguas… Ay de Guadalupe a Toledo XXVII leguas”. A más de un lector le resultará extraña esta cita. No menos que la siguiente: “Guadalupe…es el lugar de la misma iglesia e hasta halía ay dos leguas de cerros grandes…e hasta las nabas ay una legua e media de syerras e valles e robledales baxos e asta el puerto de san vicente ay siete leguas e van por holias dos leguas e hasta el castañar de ibor ay cinco leguas…”. No es cosa de seguir con tantas leguas sin que acabemos todos fatigados.

Lo que antecede no son sino un par de citas de dos libros distintos, de cuyos autores nos separan cerca de quinientos años. Pedro Juan Villuga, el primero, valenciano de origen, componía en 1546 su “Repertorio de todos los caminos de España hasta agora nunca visto, en el qual hallarán cualquier viaje que quisieran andar…”. La segunda cita está tomada de “Descripción y Cosmografía de España”, obra de Hernando Colón, hijo del almirante, que habló con especial dedicación de Guadalupe, conocedor de la devoción que tuvo su padre a la Virgen y al lugar.

Podrían multiplicarse las citas, porque hay muchas. Pero estas solas bastan para comprender que las actuales guías turísticas, las guías de carreteras o las guías de viaje actuales no son tan nuevas en su planteamiento; ya otros las hicieron adaptadas a la realidad de su tiempo. Hay otro hecho incontrovertible: la multiplicidad de documentos y de testimonios de otras épocas que se refieren a la grandeza de Guadalupe, al alto número de peregrinos que llegaban al Santuario y a la manera en que eran acogidos por los frailes jerónimos del Monasterio. Bartolomé de Villalba, valenciano del Siglo XVI, trotamundos por los caminos polvorientos de entonces, escribió los “Veinte libros del Pelegrino curioso y Grandezas de España”, en los que dedica amplio espacio a Guadalupe, “la casa más afamada de toda Europa y que de los confines del mundo vienen a visitar”. Para confirmarlo nos dirá más adelante que “a ella acuden todos los días del mundo andaluces, gallegos, portugueses, franceses, catalanes, aragoneses y valencianos, y aun de flamencos y otras naciones extrañas e italianos acuden muchos”.

Lo que va de ayer a hoy

Puede pensarse que lo dicho es sólo evocación de un pasado glorioso del que apenas queda nada. Pero no es verdad. Guadalupe sigue siendo hoy el segundo lugar más visitado de Extremadura, después de Mérida. Y si en la época de esplendor del Monasterio, entre los Siglos XV y XVII, se llegaban a distribuir hasta mil quinientas raciones de comida entre las que se necesitaban para los frailes, para el personal que trabajaba para el Monasterio, para los acogidos en los hospitales y para auxiliar a los peregrinos, hoy también es continua la llegada de visitantes, que se acentúa en determinadas festividades y en fines de semana. Y si entonces las altas torres almenadas del recinto que le daban aspecto de fortaleza llamaban poderosamente la atención de quienes llegaban por primera vez y luego les asombraba el contenido, también hoy siguen sorprendiendo a los visitantes el entorno, el monumento –basílica y monasterio– y cuanto contienen, tal vez porque pocos se lo esperan. Si Guadalupe tuvo, como decimos, su época de esplendor, tuvo también un Siglo XIX de decadencia, provocada primero por la rapiña de las tropas napoleónicas, pero sobre todo por las leyes de desamortización y más aún por la ley de exclaustración, que obligó a los frailes jerónimos a abandonar definitivamente el Monasterio en 1835. Pero el Siglo XX ha sido el de la recuperación y lo sigue siendo hasta ahora.

Muchos de los tesoros de Guadalupe se salvaron, se han recuperado y restaurado las zonas más importantes del monumento y en algunos aspectos hasta se ha superado el antiguo esplendor. La acción de la Orden Franciscana, que se hizo cargo de la guardia y custodia de Guadalupe en 1908; la intervención estatal sobre el monumento que goza de la condición de Patrimonio Nacional; la intervención y apoyo decidido del Gobierno extremeño desde su constitución en 1983, han vuelto a hacer de Guadalupe el lugar emblemático que fuera en el pasado. Y lo está siendo más este “año jubilar”, centenario de la declaración de la Virgen de Guadalupe como Patrona de Extremadura

Un museo vivo

Guadalupe viene a ser un compendio de cuanto Extremadura puede ofrecer. Desde el punto de vista medioambiental, el bosque mediterráneo muestra en la Región los espacios mejor conservados de toda Europa, desde el Parque Nacional de Monfragüe hasta los numerosos espacios protegidos, pasando por los miles de hectáreas de dehesas. Abundan los sitios históricos, los conjuntos monumentales únicos, como Cáceres o Mérida, Trujillo o Plasencia, Coria o Zafra, Alcántara o Jerez de los Caballeros. En muchas de las ciudades mencionadas y en otras, en iglesias y museos, abundan las obras de arte. Pues de alguna manera, todo eso se da compendiado en Guadalupe: allí se dan la mano la naturaleza intacta, la arquitectura, la religión, la historia, el arte, la cultura…Cada tema mencionado tiene allí asiento, y hasta podría decirse que dispone de museo propio, con la singularidad de ser todo el monumento museo vivo, habitado. Precisamente por eso, Guadalupe era declarado por la UNESCO en diciembre de 1993 “Patrimonio de la Humanidad”.

Desde finales del Siglo XIV se llegaba a Guadalupe por todos los caminos. Y así sigue siendo; bien que los ásperos caminos que recorrían en el pasado los peregrinos son ahora autovías y buenas carreteras; las incómodas y escasas posadas de antaño son hoy hoteles confortables y restaurantes en cuyas cocinas los productos naturales de siempre se funden con la modernidad.

Alrededor, Extremadura, con sus 41.000 kilómetros cuadrados abiertos para la sorpresa detrás de cada sierra o de cada vuelta del camino. Pueblo o paisaje, sierra o llano, páramo o embalse, monumento romano o vanguardia arquitectónica, bosque mediterráneo o inmensas vegas en las que florecen los frutales. En suma, un universo variado, al que no le hicieron justicia quienes no lo conocen y merece la pena recorrer sin prisa.
Teresiano Rodríguez Núñez / "Guadalupe 2007"