Septiembre, que ha llamará pronto a la puerta, ha sido demasiadas veces un mes de malos recuerdos para quien esto escribe : se murió mi padre, se murió mi abuelo Emilio, se murieron amigos importantes. 

A uno de ellos, a modo de recordatorio, van dedicadas las líneas que siguen, escritas y publicadas hace seis años ya, cuando el maldito cáncer se lo llevó. 
Recordar a los amigos que se han ido es triste, no hay duda, pero puede ser también orgullo, recuerdo no necesariamente triste de los buenos momentos compartidos. Tal es el caso. 
 «Vivía muy intensamente y escrutaba de la mañana a la noche todo lo que estuviese relacionado con la actividad diaria del Celta; difícilmente se le escapaba detalle. Era tal su intensidad y dedicación, que los de la tintorería a la que enviaba su ropa, ya no le llevaban a su casa las camisas o los pantalones planchados; se los llevaban al sencillo despacho, lleno de miles de fotocopias, planings y detalles de bien organizado, que en Balaídos tenía...»

"¿Cuantos caminos una persona

debe caminar, antes de que lo

llames un hombre...?"


En el pasado septiembre de

tiempo revuelto, con el

otoño llamando a la puerta,

hemos dicho hasta siempre,

a un buen amigo. A uno de

los no muchos que honran

lo de "profundamente amigo de sus

amigos", que hacen de la amistad un

compromiso de fidelidad a ultranza.

Tocó en el inicio de la tercera semana de

septiembre decir hasta siempre a Fernando

González González, todo un personaje

del Vigo de fines del siglo XX e

inicio del XXI.

Conocido popularmente por "el Chato",

Fernando lo fue casi todo en el Vigo de

su tiempo, bien a pesar de que ha

muerto joven, 67 años, víctima de cruel

enfermedad.

Fernando González fue el protagonista

de una infinidad de situaciones, derivadas

de las innumerables ocupaciones

que tuvo a lo largo de décadas. En sus

protagonismos, a veces erró, pero muchísimas

más veces acertó, su trabajo resultó

eficaz, brillante, admirable no

pocas veces. Solo los que tuvimos la satisfacción

de acabar siendo sus amigos,

sabemos que detrás de aquella apariencia

tosca, o no demasiado convencional,

estaba un tipo brillante en lo que tenía

a su cargo, capaz, tenaz, convencido de

lo que hacía y, preparado, muchísimo

más preparado de lo que no pocos estúpidos

le presuponían.

Fernando González González era un admirable

devorador de la actualidad, que

subrayaba, analizaba, interpretaba y asimilaba

diariamente, hasta el extremo

de ser uno de los gallegos mejor documentados

que he conocido. Así lo fue

casi hasta el final de sus días. Para Fernando,

los días tenían 24 horas y el las

exprimía el máximo, fuese cual fuese en

cada época su ocupación principal.


"¿Cuantos mares una paloma

blanca debe sobrevolar,

antes de que duerma

en la arena...?"


Me niego a pormenorizar aquí todo lo

mucho que fue Fernando González, mi

amigo "el profesor González"...

-como yo le decía cuando con sus acertados

análisis me acompañaba en la

Radio no pocas veces-. El me lo reprocharía,

me diría que eso no tiene importancia.

Y en parte tendría razón : porque

para el no era importante ser esto o

aquello, sino desempeñar a conciencia

y bien como esto o aquello; que es muy

diferente. Allá donde Fernando se embarcó,

puso siempre sus cinco sentidos,

su volcarse hasta lo indecible... para el

no había imposibles, sino el vamos a

ello, vamos a intentarlo...

Jugador de fútbol, entrenador de fútbol,

profesor de la escuela de entrenadores,

directivo, presidente, delegado federativo,

dirigente en todos los escalones del

fútbol... lo fue todo en el mundo del balompié.

Técnico, delineante, gestor administrativo,

sindicalista de pro... las relaciones

empresa-trabajadores las dominó, como

muy pocos de su tiempo en el sector

naval supieron hacerlo.

Impulsor de movimientos vecinales y

asociativos, derivó en político activo :

sería concejal en el ayuntamiento de

Vigo, elegido en las filas del Partido Socialista.

Y valor muy importante en la

estructura local de ese partido en el

tiempo de Carlos Príncipe.

Inolvidable su etapa en el Real Club

Celta. En teoría era el "Jefe de Seguridad";

en la práctica era todo, una especie

de sub-gerente, un todo-terreno eficacisimo,

al que no le bastaba con montar

un operativo de seguridad y de organización

de partidos de fútbol que fue elogiado

y envidiado en toda España, sino

que vivía y escrutaba de la mañana a la

noche todo lo que estuviese relacionado

con la actividad diaria del Celta; difícilmente

se le escapaba detalle. Era tal su

intensidad y dedicación, que los de la

tintorería a la que enviaba su ropa, ya

no le llevaban a su casa las camisas o los

pantalones planchados, se los llevaban

al sencillo despacho, lleno de miles de

fotocopias, planings y detalles de bien

organizado, que en Balaídos tenía.


"¿Cuanto tiempo tienen que volar

las balas de cañón, antes de que

sean prohibidas para siempre...?"


Fernando González fue un baluarte en

el Real Club Celta durante no pocos

años. En los brillantes tiempos de Horacio

Gómez, en los del verdadero EuroCelta,

detrás, entre un gran equipo de

colaboradores, estaba aquel hombre

comprometido, fiel, capaz, esforzado al

límite, llamado Fernando González.

¿Donde estaba la clave del éxito en el

desempeño de Fernando?. En que era

un formidable autodidacta, que robaba

horas al sueño para documentarse, para

instruirse, para buscar o comprar un

libro que hiciese falta, para contratar un

servicio de apoyo que mejorase lo que

el Celta pretendía... Por eso, cuando los

interlocutores de la Liga o de la UEFA

venían, cuando un mando policial se le

acercaba en una reunión, se sorprendían

viendo salir de la carpeta que portaba

Fernando, copias de circulares, o

disposiciones, que ellos iban aquel día a

mostrarle en una reunión de trabajo.

---En casi todo, llegaba cinco minutos

antes, sorprendía muchas veces a su interlocutor...

A la salida del funeral de este martes de

septiembre, eso decía un amigo de años,

que conocía muy bien cómo y de qué

forma supo desempeñar Fernando

González en el Celta.


"¿Cuantos años puede

existir una montaña,

antes de que esté descolorida

por el mar...?"


Ahora que se ha ido, ahora que ya no

está, no tengo yo impedimento alguno

para no desvelar lo que -en vida- le prometí

no desvelar jamás. Un buen día,

uno de los 3 clubes más grandes del Fútbol

español se fijó en lo que Fernando

González venía haciendo en el Celta. Y

tentó a Fernando para irse a hacer en un

estadio y ciudad mucho más grande,

todo lo que hacía cada semana de partido

en Balaídos. Fernando rechazó una

oferta ventajosísima económicamente

mas el alquiler de una suntuosa vivienda...

no dio opción a negociar siquiera.

Lo supe por un amigo mío muy

allegado al club en cuestión. Se lo dije a

Fernando...

---¿Es cierto esto?

---Tan cierto como que lo rechacé de

plano en el mismo momento en que me

lo ofrecían. Y tu dejarás de ser mi amigo,

si cuentas esto a alguien. ¿Sabes por qué?

: porque no hay nada más hermoso en

la Vida que ser amigo de los amigos, ser

fiel a una amistad. Yo soy amigo de Horacio

Gómez. Y un amigo de verdad no

abandona a otro amigo... por eso ni he

querido oír hablar del asunto más allá de

la propuesta rechazada. Pero tampoco

quiero que esto llegue a oídos de Horacio

ni de nadie; porque jamás usaría eso,

para que el Celta me diese otras condiciones...

Ese era Fernando González González,

fiel a la amistad verdadera, fiel hasta la

muerte.


"¿Cuantas veces un hombre

puede voltear la cabeza,

pretendiendo que el no ve...?

La respuesta, mi amigo,

está soplando en el viento;

la respuesta está soplando

en el viento."


Ahora, en este septiembre de 2017, Fernando

González dejó esta tierra, donde

hizo grandes amigos; muchos; pero -indefectiblemente-

por ser amigo y fiel,

comprometido con las causas a las que

sirvió, acumuló unos cuantos enemigos.

No me preocupan estos, ni a Fernando

-tal y como era-. Me preocupan algunos

que pasaron la mano por el hombro de

Fernando mientras pudieron utilizarle

y de el beneficiarse en los tiempos felices,

pero que en los últimos años le

abandonaron, le ignoraron... me preocupan

estos, por sepulcros blanqueados,

por falsos y judas. Allá cada uno con su

conciencia: mejor es que no hayan

puesto los pies en el emotivo funeral de

Sárdoma, donde el organista tuvo el

buen gusto de interpretar "Blowin´in

the wind" a mitad de la misa; y el sacerdote,

en su homilía nos recordó "a los

amigos de verdad lo mucho que en tantas

actividades públicas Fernando dejó

hecho y para bien...".


¿Cuantos oídos debe

tener un hombre,

antes de que pueda escuchar

a la gente llorar?"


Las preguntas que el legendario Bob

Dylan se hacía en su "Blowin´in the

wind" nos las hacíamos algunos de

quienes asistimos al funeral de Fernando.

Carpetazo a una Vida. Intensa,

profunda, generosa -porque en la

amistad Fernando fue extraordinariamente

generoso-, con momentos difíles,

con amarguras, pero también

con grandes satisfacciones. La simbología

del sacerdote bendiciendo las cenizas

de Fernando, en aquella urna

que las contenía, depositada ante el

altar central de San Pedro de Sárdoma,

nos recordaba, sin embargo,

que "La Muerte no es el final". Otra

vez ahí, el organista, oportuno, hacía

sonar las notas de la melodía compuesta

por Cesáreo Gabaráin Azurmendi

(que, cabe recordar, contra la

ignorancia de algunos, no era militar,

sino sacerdote)...


"Cuando la pena nos alcanza

por un hermano perdido

cuando el adiós dolorido

busca en la Fe su esperanza.

En Tu palabra confiamos

con la certeza que Tú

ya le has devuelto la vida,

ya le has llevado a la luz".


Descanse en paz Fernando González,

amigo de sus amigos, que hizo de la fidelidad

y el compromiso personal un

rumbo indeclinable.

¡Que Dios le acoja en su seno!.


"Tú nos dijiste que la muerte

no es el final del camino,

que aunque morimos no somos,

carne de un ciego destino."


 «Fernando González era un admirable devorador de la actualidad, que subrayaba, analizaba, interpretaba y asimilaba diariamente, hasta el extremo de ser uno de los gallegos mejor documentados que he conocido. Así lo fue casi hasta el final de sus días. Para el... los días tenían 24 horas y las exprimía al máximo, fuese cual fuese en cada época su ocupación principal...»