Otro relato de especial interés, más ahora que ya se cumplieron con creces los 40 años del 23-F.  Xerardo Rodríguez, desde su www.galiciaunica.es nos trajo en su momento estos apuntes sobre la figura del general Alfonso Armada y Comyn, Marqués de Santa Cruz (*). Interesantísimo leer lo que sigue ...

Murió en una noche fría en el primer domingo de 2013 de una enfermedad mala, como la gente decía que era él. A mí nunca me lo pareció. Creo que el general Alfonso Armada Comyn, Marqués de Santa Cruz de Rivadulla, sabía obedecer y obedeció a su “ELEFANTE BLANCO” hasta el último momento. Es decir, hasta el día que se fue, cuando muy pocos militares recordaron que había sido uno de los suyos, durante 45 años de servicio a la Patria, a la Dictadura y a la Corona. Le entrevisté en su hermoso pazo de Santa Cruz de Rivadulla, donde cultivaba millones de camelias de todos los colores. Solo las camelias le comprendieron en vida y él les devolvió el cariño creando uno de los mayores y más atractivos viveros de Galicia

—- Yo fui al Congreso de los Diputados, el 23-F, no a tomar posesión como nuevo presidente del Gobierno golpista, como se dijo… Fui a convencer a Antonio Tejero para que depusiera las armas y dejase en libertad a todos los diputados…

Esto me lo contó cinco años antes de su muerte, frente a la capilla de la Santa Cruz como si quisiera poner por testigo a Dios de aquella revelación.

Ya no le importaba mucho que le creyera yo. Él, que había sido general de División, miembro del Estado Mayor del Ejército y Secretario General de la Casa Real, era ahora un ex condenado a 30 años de prisión.  Lo sentenciaron unos jueces de derechas, militares como él.  Y, eso sí, gozó del indulto de un presidente socialista, Felipe González, que lo devolvió a la sociedad en 1988, el día de Nochebuena.

Su situación personal, a su edad, cuando ya se fatigaba por el Paseo de los Olivos del Pazo, le preocupaba poco, aunque si sabía quién le había traicionado…

—– Posiblemente fue el que contestó a aquella llamada desde Zarzuela: “El general Armada no está ni se le espera”.

—– ¿Quién? ¿El ELEFANTE BLANCO?

—– Si no fue él, alguien que obedeció sus órdenes.

Comenzó a caminar hacia el Sotobosque del Pazo, con la cabeza en alto, presumiendo de ser un Marqués de aquella Corte del Rey Juan Carlos como para tapar estas palabras suyas… pero insistí.

—– ¿Es el Rey el ELEFANTE BLANCO?

—–   Si se fija, esos helechos son únicos en Galicia. Solo la humedad justa que le proporciona este salto de agua los hace así…

—–   Usted estuvo con el Rey más de una hora, el 6 de noviembre, en Baqueira Beret… ¿Qué le contó?

—–   El Rey y yo, por aquel entonces hablábamos de todo.

—–   Incluso de un golpe de Estado…

—–   Le digo que está usted en uno de los lugares de mayor valor ecológico de Galicia, pero poca gente es capaz de apreciarlo.

—–   Mis fuentes me dicen que usted volvió a estar con el Rey dos horas, en solitario, dos o tres días antes del 23 de febrero de 1981…

Aquí me cortó rotundamente y con voz de general:

—–   Mire usted ni voy a hablar del Rey ni del ELEFANTE BLANCO, así que no siga usted por ese camino porque no le voy a contestar.

Entonces fuimos al vivero de camelias del que me habló largo y tendido, así como de la vida que llevaba…

—– Vivo a caballo de este pazo y de Madrid. El vivero da lo suficiente para mantener esto. Yo no podría pagarlo.

Me di cuenta de que era espectacular. ¡Yo que sé los árboles que allí había! El otoño avanzaba y estaban todas las camelias con capullos.

—– A mí me encantan las camelias.

—– Pues llévese una si tiene donde plantarla y se acordará de mí, que poco tiempo me queda en este mundo…

—–   Aún tiene usted que dar mucha guerra, don Alfonso… Por cierto, ¿No echa de menos la vida militar?

—–   No, porque no me han devuelto el honor.

Alfonso Armada me miró fijamente y añadió:

—–   Aunque en estos tiempos… Poco importa el honor… ¿Verdad?

—–   Sí importa, general. El honor es lo último que se pierde.

Recuerdo el Juicio. España vivía los albores de la Democracia y Armada fue acusado de rebelión, delito que negó haber cometido con insistencia, incluso cuando accedió a ser entrevistado por medio mundo, al cumplirse el 30 aniversario de aquel golpe.

El consejo de guerra se inició a las 10 de la mañana del 19 de febrero de 1982, en CampamentoMadrid, en la sede de lo que era el Servicio Geográfico del Ejército. 33 militares habían sido imputados por acceder con violencia al Congreso de los Diputados y mantener retenidos durante toda una madrugada a todos los parlamentarios, entre los que se encontraba el presidente del GobiernoAdolfo Suárez que iba a ceder el poder a Leopoldo Calvo Sotelo, también de la UCD.

El juicio duró 50 sesiones y el sumario supuso 13.000 folios de investigaciones. El Tribunal condenó a 21 de los 33 militares procesados por rebelión y también a un único civilJuan García Carrés, acusado de un delito de conspiración.

—- Pero usted no fue el ELEFANTE BLANCO el 23 F del 1981, ¿Verdad general?

—- Ya le dije antes que yo solo fui al Congreso a intentar liberar a los diputados. ¿Cómo iba a ser yo el responsable de aquel montaje? ¡No tenía autoridad para ello! ¡Ni siquiera era un militar altamente valorado!

Aquel día, con un sol espléndido pero una temperatura gélida, -era noviembre del 2009- me fui de Santa Cruz de Rivadulla convencido de que Armada poco había tenido que ver con aquel golpe por el que le condenaron a él como “jefe de aquel ejército de liberación nacional”, que decía Tejero.

Alfonso Armada Comyn, el que fuera general de Divisiónmiembro del Estado Mayor del Ejército y Secretario General de la Casa Real, murió en 2013, a los 93 años, llevándose a la tumba el gran secreto de aquel intento de golpe de Estado.

Ya no se revelará jamás la identidad del ELEFANTE BLANCO 

XERARDO RODRÍGUEZ

(*) MARQUÉS DE SANTA CRUZ DE RIVADULLA, título concedido por Carlos II el 8 de marzo de 1683 a D. Andrés Ibáñez de Mondragón y Ozores de Sotomayor, Regidor Perpetuo de Santiago de Compostela. En 24 de febrero de 1975 se expidió carta de sucesión a favor de D. Alfonso Armada y Comyn casado con Doña Francisca Díez de Rivera y Guillamas.