Por Xerardo Rodríguez. 

Me estaba preguntando esta mañana, frente al castiñeiro al que abrazo en mis paseos porque más o menos somos de la misma quinta, que sabrán los abogados de los sentimientos de los mayores de 70. Por lo visto alguien hizo una encuesta y parece que dio como resultado que, a estas edades, “pocos se resignan a aguantar un matrimonio del que no disfrutan”. También dicen que “han aumentado los divorcios entre parejas de la tercera edad” y que hay muchas y muchos que “inician aventuras extramatrimoniales para que vuelva a encenderse la llama del amor”.

—- ¡Caralladas!

Eso es lo que dice Balbino a sus casi ochenta. Es el ejemplo de la mayoría en Galicia.

—- ¿Tú te divorciarías ahora? -le pregunté a mi colega de café, Toño, con 73 a bordo.

—- ¡Non ó! ¿Pensas que che vai cuidar unha loba, desas de agora, mellor que a túa muller?

Y tiene toda la razón. A medida que pasan los años lo importante no es follar… es poder mear, dicho sea con perdón por utilizar un lenguaje tan gráfico. La mayoría de los que pasamos de los setenta tenemos dolores ocultos que, sin ser graves, tocan demasiado las pelotas como para andar pensando en amoríos.

Así que no te creas nada de esas murmuraciones que salen de los despachos de abogados especialistas en divorcios. A ellos lo único que les importa son los euritos, por eso siembran dudas entre los casquivanos, que ya sabes que ahora los jóvenes ni se casan, por eso han descendido los divorcios.