Tiempo de Navidad.
Tiempo amargo, al saber que un familiar muy querido no anda nada bien. Tiempo de preocupación muy seria, cuando nada se sabe del futuro que viene con el "omicrón" tocando las narices a diestro y siniestro. Tiempo de Navidad, ¡ay, qué historia!.

Mientras los políticos ya no saben por donde encarar el problema general de la Covid, después de haber anunciando tantas cosas que la realidad ha mandado al garete, los de a pie vamos día a día cabizbajos y preocupados recorriendo un camino, en donde las libertades individuales han recibido ya más patadas en cierto sitio que otra cosa y las esperanzas de un futuro que sea como antaño era nuestro día a día, comienzan a esfumarse en la mente de no pocos.

Son malos tiempos para la lírica. Malos tiempos los que toca vivir. En los que a los negacionistas es cada vez más difícil llevarles la contraria, porque la terquedad en que están instalados no invita a llevar a cabo la catequésis por nuestra parte, pero también porque la serie de historias que nos contaron que como ventajas tendrían las vacunas, por el momento solo se limita a un si no estás vacunado será peor si te pilla el bicho. 

Pero también : ¿qué catequésis en toda regla han hecho los gobernantes para convencer con razones adecuadas a los que no les da la gana de ponerse la vacuna dichosa?.

Y más : ¿de qué sirve que el mundo del progreso y la civilización avanzada se atiborre de vacunas, si no se mueve un dedo porque el otro mundo, el de los pobres, esté debidamente vacunado?. ¿Hasta cuando esta farsa de unos tanto y otros nada?. ¿Hasta cuando en este correr y andar a salto de mata, corriendo detrás del perjuicio, a remolque de las variantes que vayan surgiendo -y sin que sepamos muy bien si alguien no las hace surgir-?.

Demasiada m..., demasiado confusionismo en el ambiente como para no comerse el tarro. Con este panorama, al menos desde mi punto de vista, no están las cosas -tampoco en esta Navidad 2021- como para andar de celebraciones.

¿Celebrar, qué?.