Mi amigo Landín “el maestro” me puso un mail para confirmarme que los canteiros gallegos siguen haciendo las piezas clave que hacen encajar el puzzle de piedra de la Sagrada Familia de Barcelona.  Aunque nunca sabremos contar bien su historia, los canteiros fueron los protagonistas del primer éxodo del arte gallego. Supieron dar forma a la piedra primigenia, porque amaban nuestro origen geórgico. Entre las calcolíticas rocas descubrieron el debate eterno entre el megalito de la muerte y el “arangaño” de la vida. Por eso, crearon las cruces de piedra para luego esculpir pórticos de gloria y pétreos paraísos catedralicios. Gracias a ellos, la piedra movió el molino y el hórreo guardó el grano. La música de sus cinceles convirtió en arte la artesanía y se generó el paisaje que nos conmueve en las calles empedradas de la ciudad, en las románicas iglesias, en las fuentes y en los palacios… 

Y hasta en las bodegas del vino nacido en lejana tierra, que bebemos en común al pie de la lareira. Cándido Pazos, que es monumental artista de monumentales esculturas, cuenta con gracia y acierto el homenaje que se rindió en la Rioja a los canteros gallegos autores también de las viejas bodegas Paternina, levantadas con centenaria piedra labrada: para ellos, dedicado a ellos y en honor a ellos, salió con banda azul en su etiqueta, aquel primer vino de las famosas bodegas riojanas… El único vino en el mundo que tiene como etiqueta la bandera de Galicia -aunque la franja azul está al revés- y que aún sigue rindiendo homenaje a nuestra gente… a los maestros canteiros.  

XERARDO RODRÍGUEZ, director de GALICIA ÚNICA