Fin de semana con la Guerra encima, indirectamente, sí, pero las consecuencias ahí están. Unas verdaderas, otras inventadas, exageradas a conciencia; conciencia sin escrúpulos, propia de especuladores que se ponen las botas en estas situaciones. Algo a lo que solo políticos con tomates pueden poner freno. Pero ¿dónde están los gobernantes con tomates, si no son capaces siquiera -y ya llevamos un año- de parar la sangría de los bolsillos a la que nos someten las eléctricas...?. Y ahora, con los combustibles, tres cuartos de lo mismo... ¡Ay, las puertas giratorias!.

Y qué me dice usted de lo destapado por ese consorcio de diarios, sobre las armas vendidas a Rusia durante años por los sacro-santos países europeos, de modo que esas mismas armas se están usando ahora en la matanza de Ucrania...

No, no quiero escribir más este viernes. Entiendo perfectamente a los que dicen que están hasta las pelotas de la Guerra, del escándalo de los precios en los bienes de primera necesidad, de las armas vendidas y la inutilidad de los políticos que en este tiempo difícil nos han tocado en suerte en Europa.

Vamos mal. Sí, vamos mal. Esperemos que no vayamos aún peor en próximo tiempo.

Mientras, ese pobre chico que -endeudándose- montó un día un mini-negocio-autónomo, una franquicia para repartir pequetes y encomiendas en el pueblo grande de allá arriba, resulta que echa cuentas y ya ganaba una miseria, además de tener dos empleados y... ahora con lo de los combustibles casi le sale mejor cerrar la tienda y despedir a los dos empleados-chóferes porque tal y como se ha puesto esto, entre los márgenes tan pequeños que permite la franquiciadora y la pasta que supone llenar los depósitos de las furgonetas, pues... es que no da, oiga, no da y no da y no da...

Es viernes. Apaga y vámonos. No sé bien a dónde. Pero vámonos, aunque sea a dar un paseo hasta le esquina para despejarnos un poco...