"Hubo un tiempo, cuando yo cursaba primero de Bachillerato en los Salesianos, que vivíamos todos en la calle Lamas Carvajal de Ourense. Y cuando digo todos digo… mi abuela, mis padres, mi hermana y mi prima Marisú..."

EL PADRE FEIJÓO

AQUELLAS LECCIONES DEL OBISPO ARAUXO

Hubo un tiempo, cuando yo cursaba primero de Bachillerato en los Salesianos, que vivíamos todos en la calle Lamas Carvajal de Ourense. Y cuando digo todos digo… mi abuela, mis padres, mi hermana y mi prima Marisú.

En el segundo piso moraban don Amando y don Miguel Arauxo Iglesias; el primero párroco de Santa Eufemia y el segundo director del Seminario Mayor, pero ya con marchamo de obispo. Recuerdo a ambos con afecto y también a su madre, una encantadora señora que tenía poco que ver con la ciudad, por eso me contaba mil historias vividas en la aldea, de las que la mitad eran sueños.

Yo acostumbraba a jugar en los “jardinillos” solo porque me pasaba lo mismo: quería ser un niño de aldea; y a aquellos otros niños no los consideraba preparados para explorar conmigo los bosques que trepaban desde Cudeiro hasta Amoeiro y hasta Vilar das Tres, como haría un par de años mas tarde.

Jardines Padre Feijóo. Ourense, año 1953

Sin embargo, me llamaba mucho la atención la gran estatua en bronce que rodeaba una verja hecha con lanzas pequeñas, de hierro, puntiagudas, y que protegía del sol un enorme y viejo magnolio, cuyas hojas utilizaban aquellos niños de ciudad para jugar a los indios.

Aquel día me senté en uno de los cuatro bancos de los “Jardinillos” para escuchar la lección magistral de don Miguel Arauxo. Me explicó quien era el cura de la estatua, en realidad un fraile muy sabio…

—- ¿Tan sabio como don Ramón?

—- Sí, pero de outra época. Dín os seus biógrafos que tamén era un gran conversador e sobre todo un orador excepcional, como Otero Pedrayo…

Por don Miguel me enteré a los diez años de quien había sido Fray Benito Jerónimo Feijóo, nacido en CasdemiroPereiro de Aguiar, casi frente a Cudeiro, al otro lado del Miño. Su vida transcurrió entre los años finales del siglo XVII y más de la mitad del XVIII. Aún me acuerdo de aquella lección…

—- Pertenceu a Orde dos Benedictinos, que eran uns frailes moi estudiosos, moi sabios. A sua biografía destaca o seu carácter de un intelectual moi traballador, capaz de facer critica en verso. Nos seus poemas ríase das moitas supersticións do seu pobo de nascemento… ¡Imaxínate, naquela época!

Y luego seguía elogiando a los viejos monasterios de Samos y de San Salvador de Lérez como grandes centros de cultura…

—- A sua vida monástica en Samos i en Lérez imbuíno de coñecementos e de ahí que decidise adicarse o ensino e rematase a sua vida en Oviedo, onde foi catedrático de Escritura da sua universidade.

—- Don Miguel. Daquí vaise todo o mundo…

—- Sí, pero todo o mundo quere voltar. O Padre Feijóo, por exemplo, tiña morriña do paganismo celta da sua aldea e, as veces, esa saudade convertíase en terrorífica duda de carácter relixioso. Houbo un tempo que non o pasou nada ben en Oviedo. Por iso publicou un ensaio sobre cencia e superstición.

Ciertamente, el Padre Feijóo sería considerado un agitador espiritual de la época. Además, por sus grandes cualidades intelectuales y literarias y por su prestigio como profesor universitario, no vivió exento de odios y envidias cuyo objetivo era poner fin a su pasión creativa, en la que el fraile luchaba contra el fabulador y nunca se sabía, al final, quien ganaba la batalla.

A los pocos días don Miguel llamó a la puerta de mi casa y me trajo un regalo: dos libros. Uno era el “Teatro Crítico Universal” y el otro las “Cartas Eruditas y Curiosas”, las dos obras básicas del Padre Feijóo.

No eran dos obras precisamente adecuadas para un niño de diez años y a mi madre, maestra nacional, no le hacía mucha gracia aquella lectura en pleno curso escolar, pero como el regalo provenía del “santo de don Miguel” no puso demasiados peros a su lectura…

Con el tiempo he releído estas obras muchas veces y me parecen dos geniales ensayos que recogen un conjunto de cosas amenas y divertidas, algunas extrañas y otras tremendamente atractivas y curiosas.

El Padre Feijóo escribía claro y estas dos obras me parecen a mí, hoy en día,  dos vibrantes cantos a la libertad de ideas y muy audaces para la época en la fueron escritos. Es más, algunos relatos te cuentan que en aquel tiempo había en Galicia tantos caciques como ahora y que las corruptelas estaban a la orden del día.

Coincido en este criterio con Fernández del Riego que, en un libro que dedica a “Sesenta gallegos ilustres”, destaca el carácter galleguista del fraile de Casdemiro, algo presente en sus dos obras vitales.

—- ¿Gustáronche os libros, rapaz?

—- Gustaron, don Miguel. Hai cousas que non entendo ben, pero supoño que cando sea grande as entenderei…

—- Algunhas incluso as sufrirás, rapaz, xa verás… ¡Has de sufrilas para chegar a home de ben!

Don Miguel había sido el cura que le dio la absolución a aquel mendigo que apareció muerto de frío, dos días más tarde, en el mismo banco donde él y yo conversábamos al sol.

Nunca me perdoné en la vida no haberle invitado a dormir en casa, en mi habitación. Se llamaba José, como todos los mendigos. Se llevaron el cadáver los del ayuntamiento y lo enterraron en San Francisco, en la tierra de todos, en la zona de las tumbas anónimas…

Don Miguel le dedicó una misa a la que fuimos todos los niños que jugábamos en los Jardinillos del Padre Feijóo. Desde ese día, Victor Varela Carid y yo fuimos grandes amigos… Y a mí me gustaba contarles a aquellos niños quien había sido Fray Benito Feijóo y algunas de las cosas que dejó escritas.