Yo viví nueve meses en ese país. En el Sáhara Occidental. Aproveché bien la mili para conocer a fondo a la gente y el territorio. De cabo a rabo. De Smara a Bir Nazarán, incluyendo El Aium, Villa Cisneros y hasta las montañas negras de Aussert. Allí lo he pasado bien y mal, como cualquier periodista que se enrola en la Legión a sus 21 años para evitar que le obliguen a hacer Radio en el Sáhara, mientras los demás “pistolos” conocen a la gente más pobre pero más noble con la que yo he convivido.

MIS AMIGOS LOS HOMBRES AZULES

Los saharuis te dan lo único que tienen cuando te los encuentras por el infinito desierto. A saber, te invitan a te; te ofrecen una amistad que no sé olvida y te entregan el alma, lo más puro que poseen.

Y tú no sabes que hacer y les ofreces tu amistad, tu dirección en España, en Galicia; y un amuleto que te regalara la meiga guapa en la hora de la partida.

Cuando pienso en el daño que les hicimos aquel día que los abandonamos en manos del azar político veo la Marcha Verde marroquí y nosotros sin hacer nada por aquella gente, que es esta misma gente de Tinduf, a la que el dictador moro dejó sin patria.  

Entonces dejé de creer también en las monarquías. No se me ofendan los monárquicos, pero un rey nunca abandona a su pueblo ni le roba su voluntad. Y sí, aquella vez lo hicieron, ambas sus majestades, Juan Carlos I y Mohamed VI; sí lo hicieron con cobardía política, en el momento en que Arias Navarro anunciaba al mundo, en aquella su patética aparición en TVE…

—- Españoles Franco ha muerto. 

Porque a dictador muerto, Rey puesto. Un Rey rodeado de malos asesores y con otro tipo de intereses, como conocemos ahora. El Borbón Juan Carlos I se olvidó de que el Sáhara también era España. Yo a los saharuis, sus habitantes, siempre les escuché aquello de…

—- ¡Antes españoles que marroquíes…!

Y los abandonó la ONU dos veces, las que iba a celebrar un referéndum para el que no hubo lugar y sobre lo que yo escribí en mi vieja Olivetti que aún conservo porque es el espejo en el que miro hacia el pasado.

Tras la invasión del Sáhara por el ejército marroquí me pregunté si aún había solución a aquella ignominia, pero uno de los viejos lobos del PP, partido con mayoría absoluta en la Cámara española, me contestó…

—- Eso es cosa de las OENEGÉS y de los periodistas de causas pobres como tú…

—- Me cago en…

Tuve que reprimirme porque su madre no tenía la culpa, pero su suerte cambió con Mariano y ahora no es nada… es un político sin cargo.

España, sus políticos, su Rey, dejó en la estacada a un pueblo que no es de sangre azul, pero ese es el color de sus túnicas y de sus caras, sobre todo las de los más sabios que suelen ser los mas viejos…

—- ¿Por qué los tuaregs sois de piel azul?

—- Porque somos hijos de rey… Ja,ja,ja… Mira, en el desierto hay que aprovechar el agua y lavamos las túnicas y luego nos lavamos el cuerpo y la cara… Con el tiempo, la piel se vuelve azul… ¡Un milagro!

Esto me lo contó mi guía de un año largo por el más bello mar de arena que he conocido. Se llama Mohamed Alí y algo más, pero del algo más me he olvidado. Es –espero que aún viva- mi mejor amigo saharaui. Me gustaría que se viniera a vivir conmigo a Galicia… Es tan generoso que me salvó la vida poniendo muy en riesgo la suya… Verás.

Aquella vez nos perdimos, cosa fácil en un desierto, en donde las señales cambian cada vez que hay siroco, es decir, cada dos días. Nuestro jeep entró en Mauritania, entonces en guerra, por un paso con fuego cruzado entre dunas.

Moha, como yo le llamaba, sacó de su morral la bandera del Sáhara Libre y comenzó a agitarla por la ventanilla del jeep. Entonces los disparos cesaron y nosotros encontramos el rumbo que nos llevaría a la boca del Río de Oro y de allí a casa, a Villa Cisneros, al cuartel del Tercio Sahariano Alejandro Farnesio, IV de la Legión.

Moha era un soldado experto y me llevó para relajarme al lugar donde había naufragado un barco… ¡Impresionante paisaje! A tres o cuatro kilómetros del mar, el esqueleto de un buque antiguo de transporte flotaba sobre aquella arena tostada. Increíble. Luego, ese mismo día me hizo nadar hasta la Isla de los Cartagineses, que guarda, según contaba, numerosos tesoros arqueológicos…

El Río de Oro no era tal río, sino una lengua de mar que se extendía desde las costas de Villa Cisneros unos veinte kilómetros, más o menos. Para mí era como una de mis rías gallegas, con playas, aunque sin bateas…

Moha cumplía aquel 1º de Marzo 29 años, aunque aparentaba muchos más. Y nos invitó a Joe Lopinto Goodyear, redactor jefe de Life Internacional, y a mí, a tomar el té con pastas en su casa. Es un decir…

Porque su casa era una “haima”, una gran tienda de campaña que a mí me pareció siempre menos cómoda que las pallozas prerromanas de Ancares. En ella me presentó a sus padres, a su esposa Zaida cuya belleza se presentía detrás del velo con el que medio cubría su rostro; y a media docena de hijos que iban desde los dos años a los diez.

La “haima” rebosaba felicidad lo que también se notaba en las sonrisas de aquella familia que vivían del sueldo de Moha como guía de las españolas Tropas Nómadas; de algunos cabritillos que criaban varias parejas de cabras; de la cría de camellos y también del arte que las mujeres demostraban en la creación de velos y fulares que vendían en el zoco de la antigua Villa Cisneros hoy Dajla.

—- ¿Y los niños?

—- Van al Colegio Español y en casa, con los abuelos, estudian el Corán y la cultura árabe saharaui…

Nunca olvidaré aquel día por la lección de hospitalidad que impartió Moha, descubriéndonos sus secretos familiares:

—- Estamos ahorrando para comprar una casa en Villa Cisneros, de esas de protección oficial y abandonar el poblado. Por las noches no duermes con las hienas y una “lefa” mordió al pequeño y hubo de morir…

Zaida trajo un lujoso juego de té, lo más lujoso que había en aquella “haima”.

Todos tomamos tres y Moha lo explicaba casi al mismo a tiempo.

—- Este es amargo, como la vida…

—- Ahora toca suave, como la amistad…

—- Y este último es dulce como la mujer…

Zaida se quitó el velo de la cara y nos dejó ver un rostro perfecto, azulado, en el que destacaban unos ojos claros y unos dientes blancos como la nieve que no dejaban de sonreír. El viejo Mohamed padre explicó el ritual:

—- Ahora sois como de la familia y todo lo que es nuestro será siempre vuestro…

—- ¿Por qué el último té decís que debe ser dulce como la mujer?

—- Para nosotros la mujer significa la vida, porque es quien nos trae a ella… Su dulzura nos la transmite a través del ritual del tercer té. Al tomarlo con gran placer le estamos mostrando nuestro mayor afecto.

Se nos hizo de noche y Joe no tenía permiso para llegar tarde, como yo, que gozaba de los privilegios de los oficiales porque les escribía sus infumables artículos para las revistas militares “Ejército” y “La Legión”.

Joe Lopinto era un lince del periodismo que se propuso pasar en La Legión dos o tres meses, por lo que le conseguí un permiso especial de aquel capitán general de Canarias, Lamamié de Clairac, que a mí siempre me pareció un aristócrata medieval de los que le gustaban las Cruzadas, porque odiaba a los saharauis. Sí, era un racista de mucho cuidado y aunque tuve un discreto trato con él, de nuestras conversaciones siempre saqué la conclusión de que jamás en el Sáhara ondearía aquella bandera que me salvó la vida en Mauritania.

Era cosa de tiempo, de no mucho tiempo. Aquellos cuarteles símbolo de la españolidad del Sáhara se cerrarían para siempre. Pero nunca imaginé que los ocuparía el ejército marroquí. Joe, sin embargo, tenía información de los americanos…

—- Nunca habrá un referéndum y nunca esto será un Estado Libre…

—- ¿Y la ONU lo va a consentir?

—- La ONU responde a los intereses americanos y los yanquis son pro-Marruecos. El Sáhara será marroquí.

Era el pronóstico de un joven periodista canadiense que hizo el mejor reportaje de la Legión y el Sáhara que yo he leído jamás. Me gustaría rescatar su amistad porque me legó una buena parte de sus amplios conocimientos sobre los reporteros.

Ahora me dicen que los saharauis tienen pocos amigos por el mundo, incluso con pasaporte español, cosa que no me extraña después de que, esta semana pasada, el socialista Pedro Sánchez, presidente de un Gobierno español coparticipado por supuestos comunistas, haya dado el visto bueno para que el Sáhara Occidental, la patria de mis amigos Saharuis, se convierta en una autonomía de Marruecos.

Esta es la segunda traición de España a la gente que se consideraba tan española como los habitantes de Ceuta y Melilla.

El pueblo saharaui vive actualmente en Argelia, que les permite asentarse en su territorio de Tinduf. Cuba presta apoyo cultural a sus niños, a esos mismos que vienen a Galicia de vacaciones y viven con unas cuantas familias gallegas que les abren las puertas de sus casas y sus corazones.

En uno de mis viajes a Cuba tuve la oportunidad de visitar la Isla de la Juventud, que es como llaman ahora a la Isla de los Pinos. Allí hay una colonia permanente de niños saharauis preparando su futuro, no sé si cultural o militar. Aquel día regresé convencido de que Joe Lopinto se iba a equivocar porque en sus ojos vi reflejado futuro del Sáhara Libre… pero tras la nueva traición española creo que ese día llegará, pero no lo verán los ojos de aquella generación con la que compartí aventuras en el desierto mas bello del mundo.

Xerardo Rodríguez, director de Galicia Única