Macron venció. Y Putín le ha felicitado deseándole éxito. Tiene pelotas el carnicero de Moscú. Mientras, la carnicería continúa en territorio ucraniano. 

Macron venció. Y Europa respira tranquila. Ya pasó el susto. La amiga de Putín perdió otra vez. Pero ahí seguirá. Y seguirá dando la lata, mientras los partidos tradicionales del arco de la derecha, el centro y la izquierda, no los ultras, no los radicales, no los populistas, sigan haciendo las cosas mal. Porque la técnica de los ultras es la que es... aprovechar que los partidos tradicionales hacen barrabasadas, para airearlas bien y acto seguido anunciar múltiples medidas populistas que encanten a los desencantados arrastrando su voto.

Cuando estuve en Venezuela, 1982, vi lo que allí se cocía. Copeianos y Adecos estaban bien embadurnados en la corrupción. Luego apareció Chávez, aprovechando el río revuelto, diseñando en la propia cárcel su estrategia populista para aprovechando la debilidad de la Democracia, alcanzar el poder y desde el destruir el Estado de Derecho... El estúpido de Caldera, encima, le indultó y facilitó el camino al golpista. Chávez y su hijo Maduro han acabado con Venezuela y con la vida de millones de venezolanos.

En la vieja Europa, extremistas de Derecha, ultraderecha, extremistas de izquierda, ultraizquierda, sobran. Pero anidan reiteradamente sobre las constantes meteduras de pata, sobre la basura que los partidos tradicionales fabrican; torpemente fabrican, alimentando populismos, Lepenes y algunas especies más. 

Hay que regenerar la Política de verdad; hay que acabar con la corrupción; hay que echar a patadas a los inútiles que con sus torpezas alimentan los crecimientos de la extrema derecha y de la extrema izquierda, que de todo hay en esta viña del Señor.