Dice la venerable Adelaida que esta tarde saldrá el sol en Bastavales y hasta allí la llevará su sobrino Manolo para pasar la Pascua. Se me ha vuelto poeta y anuncia que va a beber los versos de Rosalía a orillas del Sar y a escuchar el repenique de las campanas de la iglesia de San Xulián. Detrás de ella está la capilla del Carmen que fue erigida con los dineros enviados por los gallegos de Cuba, en el siglo XIX. Supongo que mi amor a la isla y la historia de mi abuelo, me obligan a acordarme de que en este planeta aún quedan socialistas.

PATRIA Y LIBERTAD

Mi querido amigo Luís Felipe Morell, desde mi Cubita la guapa, me pide que os recuerde algo importante en estos tiempos de convulsión mundial, en los que no sabemos si estamos en guerra o nos sigue aplastando el capitalismo mas salvaje, que es el que ordena muertes para agrandar sus fortunas. Me recuerda Luís Felipe -que tiene muy buena memoria- lo que ocurrió en 1991, cuando el gigante socialista de la URSS se desmoronó con gran regocijo por parte del imperio yankee.

“El mundo creyó que al perder el apoyo de la Unión Soviética había llegado el momento de la rendición de Cuba. Pero la Perla del Caribe no solo se mantuvo, sino que además recogió la bandera del socialismo, que aún mantiene en lo alto del mástil, 30 años después, gracias a los esfuerzos y sacrificios de los cubanos, que aún soportan el bloqueo de los Estados Unidos”.

Escrito queda el recuerdo, Luís Felipe, aunque en la actualidad, por lo que se desprende de lo que está pasando, las ideologías no importan porque la política está en desuso. Hoy los gobiernos no tienen el mando de la sociedad, que está en manos de las empresas y dentro de ellas se encuentran los capitalistas más feroces. Por Europa anda alguna gente luchando por un cambio de sistema. No sé si lo lograrán, pero a mí me va a resultar muy difícil verlo.

CUBA, RAÍCES GALLEGAS

Hay una expresión muy españolista que dice “más se perdió en Cuba”. Supongo que se refiere a aquella maldita guerra fratricida a la que mi abuela echaba la culpa de la irreparable pérdida del abuelo Pepe. El abuelo que no conocí y del que hablaba con mi madre, todos los días, al menos una vez al día, de aquellos primeros años de niño con uso de razón.

Supongo que también podría aplicarse la frase a lo que se dejaron en la isla quienes acumularon fortuna en la época prerrevolucionaria de Baptista; los que huyeron como pudieron el día que entró Castro en La Habana. Entre ellos hubo algunos gallegos, según cuentan las crónicas y como contaba mi cuñado, José Mato, natural de Baracoa, desde donde vino a Galicia siendo niño.

O puede que se refiera el dicho a gente como mi amiga Matty Pérez, que, al margen de los bienes materiales, se dejaron el corazón en el Vedado porque su inteligencia les guiaba hasta Miami.

Yo perdí en Cuba a mi abuelo, de eso estoy seguro. Aunque de él solo conservo la pena de no haberlo conocido. A estas alturas no sé si dar por buena la versión de mi abuela o mis conjeturas. Por no saber ni sé quién de mi familia conserva aquel sable que guardábamos celosamente como el de Papá Pepe. Era un sable antiguo, con partes de la hoja ya oxidadas y una funda con adornos. Ambos pesaban tanto que yo no podía ni quería sostenerlo. Porque no me gustaba aquella historia que me contaba con cariño mi abuela. La crónica de mi abuelo héroe, muerto en la guerra de Cuba. Era el cuento infantil de aquel sable que le entregara, envuelto en una bandera, hacía muchos años, un representante del señor gobernador.

A mí nunca me gustaron las guerras y no me imagino a un gallego luchando contra gente noble como la cubana, que es como nuestra gente. Sucedió, pero no me lo puedo imaginar. En busca de la leyenda de mi abuelo viajé a La Habana por primera vez cuando gané unos cuantos duros y ya oficiaba de aprendiz de periodista. Allí conocí al cronista Eusebio Leal, que me dejó bucear en algunos de sus preciados documentos.  Y a Miguel Barnet, autor de “Gallego”, una obra que os recomiendo porque es una gran crónica de la emigración.

Miguel me llevó a conocer el cementerio de La Habana en donde encontré una lápida en la que figuraba el nombre de José Pavón y otras muchas con apellidos gallegos; claro que mi abuelo llevaba delante el Rodríguez. Así que nada me aseguraba que aquella tumba fuese la que buscaba, a pesar de poseer tantas florituras como adornos tenía el viejo sable.

Yo creo que mi abuelo fue a hacer la guerra a Cuba, pero terminó haciendo el amor. Porque quedó prendado del cadencioso caminar de una mulata presumida, de esas que saborean con intención los helados del Copelia y lucen bien su piel canela. Supongo que fue una historia… única.

Si os hablo de él es porque quiero rendir homenaje a todos aquellos abuelos que se fueron por el mundo a hacer el amor y no la guerra, mucho antes de que naciéramos los hippies. Y permitidme una pequeña licencia…

Si algún cubano o cubana oyó hablar de José Rodríguez Pavón… ¡Que haga el favor de contármelo todo!

Porque su historia es la de muchos abuelos gallegos… emigrantes.

Xerardo Rodríguez, director de GALICIA ÚNICA