PASEANDO EN CRISIS

Esta mañana, frente a las leiras urbanas del parque central, me he acordado de Manuel. Porque había nacido con vocación de “labrego” y lo fue hasta su muerte.

Un día, paseando los dos tranquilos por el sendero del Riamonte, me contó que esto de las crisis “son algo que rompen el orden y anuncian en el telediario”. Era la primavera del 2008 y para Manuel, en Ames, solo había crisis de agua. Según su teoría, el agua estaba en crisis porque el Riamonte no sonaba.

Yo le decía que una crisis es la suma de la intuición y los puntos ciegos, es decir, una mala mezcla de la observación y la ignorancia. Él, entonces, contestaba…

—- Isto soio é un bache…

Cuando, imitando al ex oligarca Guérmen Stérligov, se retira uno al campo, prefiere estrangular las crisis mundiales con las manos y matar el tiempo discutiendo… aunque sea de futbol. Si te subes al mirador del San Marcos, el único “parquet” es el agro recién sembrado con patatas, que ya evitó el hambre del 36. El único “banco” es un tronco de madera de buxo, junto a la puerta de la vieja casa. Y eso que llaman “liquidez”, es el agua color cristal que salta por la fraga.

Así que, permíteme esta vez un consejo que bien podría ser de Manuel: pasa deprisa por encima de los presagios económicos, como hacíamos antaño cuando las meigas nos perturbaban… Porque si el dinero nos entretiene el tiempo, en vez de salir de esta crisis hacia una nueva economía, como dijo Stérligov, “viajaremos hacia un nuevo invierno nuclear”. ¡Es que nos queda menos tiempo que dinero!

Así que, amigos míos, procurad distraeros y no pensar ni en Putin ni en los hijos de Putin.

LOS QUE MAS SUFREN

La guerra no son las bombas, ni los tanques, ni los aviones, ni los misiles, ni los buques insignia de la flota; ni siquiera los soldados y sus fusiles disparando sobre civiles. Para mí la fotografía de guerra es el sufrimiento que se infringe a las personas y a las familias de esa gente que nunca tuvo nada que ver con el conflicto. Me refiero a los ciudadanos normales, a la pareja de jóvenes con hijos pequeños que sienten el silbido de las balas pasando por encima de sus cabezas. Quiero decir, esos muchachos que van al frente porque no les queda otro remedio, mientras su mujer y sus hijos huyen despavoridos de la injustificable salvajada que ordena un loco general que a su vez recibe órdenes del presidente de los demonios, dispuesto a convertir el mundo en su infierno… si no se sale con la suya.

Hoy me siento conmovido con la historia de Irina, una mujer valiente que salvó a su madre y a su hija de morir bajo el techo de su casa, totalmente destruida por una bomba rusa. Antes, tuvo que ver como su marido se quedaba en un hospital, herido de bala en el brazo izquierdo…

—- Tuvo suerte, porque le apuntaron al corazón.

Ahora espera en Carral, donde vive con su cuñada Alina, a que la maldad abandone su patria, Ucrania, el país que sufre la devastación de la invasión rusa, esa maldita guerra que ya dura 56 días. Dicen que han muerto ya más de diez mil inocentes, ancianos, niños, mujeres… que no pudieron huir como hicieron ya casi cinco millones de ucranianos.  Por favor, hagamos todo lo posible para expulsar a los demonios del planeta. 

XERARDO RODRÍGUEZ, director de GALICIA ÚNICA