Hay en Galicia una estirpe marinera que se distingue, como el pescado que se subasta en las lonjas, y es la esencial protagonista del paisaje que contemplamos junto al mar. Son los hombres que viven enraizados en las olas, como las gigantescas estatuas de roca que esculpen aquí, en la costa gallega, el Atlántico y el Cantábrico.

 

A esa estirpe marinera debemos la conservación de las selvas sumergidas de nuestras ensenadas y los almacenes de mariscos y peces de nuestras profundidades; porque en ellos guardan también su vida.

Pero hay quien cuenta viejas historias de siete mares por donde navegan mas gallegos de piel de salitre y los poetas tabernarios les dedicaron sueños de olas de vino y veranos sin fin.

Son nuestros héroes de la cosmovisión marinera, descubridores de los caladeros de la globalización, en las africanas aguas o en el mar de América, que es también Atlántico.

Claro que la estirpe marinera gallega se queda corta para tan anchos océanos. Por ello, una multirracial tripulación ha subido a bordo de los grandes barcos de la flota gallega internacional.

A todos ellos, al tiempo que los destaco como personajes de mis afectos, envío otra vez mi deseo de una feliz singladura en la Vida… en la Mar.

Hoy nos subimos a bordo para navegar por los siete mares junto a más de tres mil gallegos a los que les ha puesto piel de salitre, mientras recuerdan su casa con luces de morriña.

Arropan sus sueños los delfines, compañeros de los mares cálidos, o las aves que sobrevuelan los barcos del Gran Sol, en el instante marino en el que la soledad dormida se pierde en el infinito azul.

Pese a esta belleza fulgurante de sol y sal y a los buenos compañeros de este viaje, la forzada ausencia en la mar es siempre un torbellino de recuerdos, incluso de malos recuerdos, que llegan a los barcos de ola en ola.

XERARDO RODRÍGUEZ, director de GALICIA ÚNICA