La música como parte de la cultura ayuda a determinar los elementos que definen a esa sociedad. El Festival de Eurovisión es prueba de ello: más mediático que musical.
Algunas de estas músicas son subproductos de consumo procedentes de la cultura dominante en la que viven, incluso con una glorificación desconcertante de la masculinidad o la exaltación sensual del excitante baile femenino.
Existen grupos juveniles verdaderamente consecuentes, que dan voz y melodía a la sociedad, cuya música es un medio de cultura para percibir el mundo. Existen, por el contrario, tribus urbanas que adoptan actitudes inauditas y estilos claudicantes, con otras músicas que pertenecen a la cultura de lo desechable.
La música ayuda a expresar emociones y sentimientos como una fuerza poderosa, porque la música es una herramienta que arrastra influencias educativas en el fomento de valores solidarios y constructivos, frente a otros menos favorables como el consumismo, el poder del dinero o el estímulo de la obscenidad mercantil de los valores culturales.
Una buena parte del mundo discográfico favorece el crecimiento de laboratorios productores de sonidos para usar y tirar cuanto el efecto novedad desaparece, como un producto superficial de consumo económico.
Una buena parte de este panorama creado para las nuevas generaciones, está concebido para que la juventud entre en el mundo de la sonoridad del vacío musical, para consumir sonidos que no musicalizan los sentimientos.
Poco ayudan ciertas emisoras musicales a enaltecer el patrimonio musical que, por el contrario, hacen desaparecer la labor crítica, estimulando la influencia de los medios de comunicación en la pérdida de cultura musical.
Hay un mercado que demoniza la música clásica y la de raíz tradicional. La música, como la literatura, la pintura o el resto de las artes, son instrumentos de reflexión y no son ajenas al porqué de las cosas. En este viaje acústico, una buena parte de la industria musical provoca la pasividad consumista del ruido eterno de “usar y tirar” como arma ideológica.
El resultado de todo esto es la reciente orgía musical con fiesta de disfraces de Eurovisión…!
 
Carlos Núñez 
ONDA CERO Radio

IMAGEN:
“Pole Dance”, Planetloisirs
La música y la danza juegan un papel muy importante en la identidad de la juventud. El análisis de las preferencias musicales hacen más comprensibles ciertas actitudes juveniles y comportamientos sociales.