Estoy profundamente dormido, no consigo despertar y tendré que escribir esta vez en sueños. Pero mis quimeras tienen hoy el mismo recorrido fantástico de siempre. Voy paso a paso buscando un cuento de hadas y me encuentro, o con las hidras o con mis demonios diciendo cosas horribles de mí.

La última de las hidras estaba en medio del bosque, hermosa, provocándome desnuda entre las hojas caídas, como si yo no supiera que se trataba de un reptil con cuerpo de anaconda y cabeza en la que nacen las serpientes más venenosas. Me decía…

—- Ven, hagamos el amor…

—- No, no. Que ya no estoy para esas cosas…

—- Ven, que yo puedo curarte…

—- ¡Joder tía, que no, que me dejes en paz, apártate de mi camino!

Y entonces se quitaba el disfraz y se iba silbando, amenazante, feroz… mientras yo pensaba que había resistido a sus tentaciones… como la otra vez.

Al dar la vuelta, sin embargo, aparecía él, chulo, vestido de refulgente animador de circo, haciendo prodigios de rama en rama, demostrándome su poder, insultándome…

—- Tú eres un periodista de mierda.

—- Bueno, pues que le voy a hacer.

—- Si llegaste a donde llegaste fue porque te arrimaste al poder.

—- Ya ves. Así estoy, viejo, jubilado y sin llegar a fin de mes. A eso he llegado. 

—- Si me hubieras hecho caso serías rico.

—- Y un imbécil sin alma. 

—- ¡Aún estás a tiempo! Escribe lo que te dicto y te colmaré de riqueza.

—- No me compensa tío, me quedan pocos telediarios para disfrutar de riquezas…

—- Pero tienes hijos y nietos…

—- Sí, lo que pasa es que te son todos como yo.

Este también se largaba gritando memeces de esas a las me acostumbró el paso de los años. Se quitaba el disfraz y mostraba sus cuernos y su rabo, echando fuego por la boca…

—- ¡Hijoputa, que vas a quemar la carballeira, cabroooón!

En esto, despierto, como siempre, mirando el techo de mi habitación y pensando en todos los polvos que me perdí y en todos los demonios que se cruzaron conmigo, allá donde estuve, durante una larga vida de la que puedo presumir, para que sigan muriendo de envidia los envidiosos que iban poniéndome piedras en el camino.

¡Cualquier día doy sus nombres y apellidos de malnacidos trepas incapaces de hacer algo interesante en su vida! Ellas son las hidras y ellos, aunque figuren en la nómina del Opus, los demonios. 

XERARDO RODRÍGUEZ

“…que toda la vida es sueño y los sueños sueños son…”                              (Calderón de la Barca)