Texto de E. E.
Fotos : Araújo Maceira, in Lago de Sanabria, ahora, Diciembre 2023
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Es Navidad. Y ya está. Un año más. Un año menos. No podemos quedarnos en un aserto tan simple...

Cuando eres niño y es Navidad, en mayor o menor grado, alrededor se hace presente casi un gentío. Hay padres, hay hermanos, hay primos, hay tíos, hay abuelos y... con un poco de suerte, hasta bisabuelos... Cuando eres niño, la Navidad es...

Cuando van pasando los años y en la familia van quedando huecos porque algunos han partido ya hacia la Vida Eterna... algo notas, algo sientes, algo te lleva a pensar que aquella felicidad que de niño sentías comienza a cojear, porque ya no está en tu vida diaria -y tampoco en tu Navidad- aquel pariente, aquel otro familiar, aquel otro y... aquel otro.

Cuando siguen pasando los años y en la familia ya no están -porque han muerto- los abuelos, los padres, los tíos, los otros y los de demás allá... entonces esto ya casi es un desastre, desde el punto de vista con el que en tiempos pasados contemplabas la Navidad. No tienes muchos con quienes compartir, se han ido con los ausentes aquellas sensaciones -de plenitud- felices de antaño, hasta te parece que no hay razones en demasía para sentir la Navidad.

Y, sin embargo, las hay. Las habrá siempre, a poco que se entienda, que se perciba el verdadero espíritu -cristiano- de la Navidad. Y es, cuando han pasado los años, cuando has perdido a tantos y tantos referentes del círculo familiar, del círculo afectivo, del mismo círculo de amigos... Es, cuando has perdido a tantos y tanto, cuando te das cuenta del verdadero sentimiento, del verdadero espíritu de la Navidad.

Hallamos el verdadero espíritu de la Navidad cuando -convencidos- hacemos de Dios Nuestro Señor, del Salvador, el punto central de este tiempo gozoso. Dios, que está en todo lo creado; Dios, que está en nuestras vidas. Dios, a través del cual estamos en comunión con nuestros seres queridos que se nos van a lo largo de nuestras vidas. Por eso recordamos tanto a los ausentes, especialmente en días como estos, en la Nochebuena, en la Navidad...

Para comprender el verdadero significado del espíritu de la Navidad, debemos de buscar el espíritu del Mensaje de Cristo. Y es ahí, una vez hallado, donde nos encontraremos felices, plenos, en este tiempo de reflexión que no deja de ser la época navideña. 
Navidad puede servir, en determinadas alturas de una Vida, para tratar a los demás como realmente queremos ser tratados. No juzgar... si no queremos ser juzgados. Perdonar y amar a los enemigos. Buscar la paz y el sosiego. Cultivar la humildad. Cultivar nuestro interior. Dar y ser compasivos...

Celebrar la Navidad bien podría y debería ser un reflejo del amor y la generosidad que nos enseñó Jesucristo. Dar, no el recibir, es parte sustancial del espíritu de la Navidad. Tender la mano con amor para ayudar a los menos afortunados...
Cristo está en la Navidad. Solo así esta tiene sentido. Tendrá sentido siempre, aunque la que toque vivir esté cada vez más despoblada físicamente -con el paso de los años- de seres queridos, familiares y amigos. Nunca olvidemos que Dios habita en todos los lugares en donde le dejemos entrar. 
San Juan Pablo II nos dijo muchas veces : "¡no tengáis miedo, abrid las puertas a Cristo!". 
Así será cómo entenderemos que la Navidad existe y existirá siempre, mientras en la Humanidad haya lugar para gentes dispuestas a comprender el verdadero espíritu navideño, desde el mensaje que el Salvador nos dejó a los creyentes.