El día está para ir de puerto más que de playa. Yo iré a O Grove y tendré mucho gusto en que me acompañes. Verás. Anoche me dormí con el futbol de siempre y esta mañana desperté sin ganas de cháchara, que la actualidad la acaparan Feijóo y Sánchez, rodeados de acólitos y mitineando cada uno por sus fueros. Me aburren hasta la saciedad prometiendo las viejas promesas prometidas ya, así que apago la radio y me voy de excursión hasta ese lugar marinero al que su ayuntamiento bautizó como “el paraíso del marisco”.

PUERTO


La postal más bella es la de los mariñeiros de la vieja estirpe sobre sus embarcaciones, regresando a puerto. Ya se sabe que procuran cada día o cada noche, el horizonte inmenso del Atlántico, más allá de Sálvora, en busca de riqueza bajo el agua. Ellos son los propietarios de este lugar de selvas sumergidas y de almacenes de corales. También navegan por una ría de oro, la de Arousa. En ella enciende el sol todo tras los requiebros de la tarde, proporcionando fulgor a los pequeños lugares habitados.

Para mí O Grove es fascinante porque es obra del mar. Indican muy antiguos mapas de Galicia que no era una península sino una isla y una crónica medieval dice que “se unió al Salnés no por humana obra si no por la ingeniería del mar, por el ir y venir de las mareas ayudadas por los vientos del sudoeste”.



Así se creó, poco a poco, el istmo de A Lanzada, a lo largo de cuatro kilómetros y con otros dos de ancho entre el mar y la ensenada actual, que se conoce como la Marisma do Vao. El tiempo y la naturaleza han creado uno de los más interesantes complejos dunares de Europa, rico en fondos de arena, vegetación marina, humedales, bancos marisqueros y hasta algas que suponen el mejor fertilizante para las tierras en las que se cultiva el albariño.
O Grove es su puerto, su marisco, sus 23 playas y sus paisajes. Es decir, la pesca y el turismo.

MARISCO


En O Grove encontrarás la esplendorosa hermosura del paisaje y la sal elemental de la vida marinera que te ofrece sabor a marisco.

En la ría, la luz rompe el agua en busca de sus misterios ocultos. La batea es la gran fábrica del mejillón que emerge del agua entre las estrellas de plata del mediodía. La pequeña gamela navega cercana procurando entre las sumergidas rocas la nécora y la centolla, que son las reinas del mar de los atardeceres de oro.

Un torbellino de color rompe también la mañana cuando confluyen a flor de agua manos de mujer y mariscos bivalvos; porque el marisqueo es el gran espectáculo de la ría mansa, de arenoso fondo e irisada superficie.

Marisco y paisaje te devuelven el gusto y la resplandeciente belleza del paraíso perfecto, dónde siempre hallamos asilo ecológico.



Xerardo Rodríguez
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RBTRIBUNA by XERARDO RODRÍGUEZ, Director de GALICIA ÚNICA 

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