RBTRIBUNA ) Fotografia : S. C. Braga.

Este domingo, en Lisboa, se juega la final de la Taça de Portugal. La juegan el Sporting de Braga y el Futebol Clube do Porto, dos clubs de dos ciudades separadas por poco más de medio centenar de kilómetros. Pues bien, al centralismo lisboeta (la Federación) se le antoja un año más obligar a 30.000 aficionados (15.000 de un lado y 15.000 de otros) a viajar entre 300 y 350 kms, para presenciar una final que se juega en un estadio que, por no tener, no tiene ni suficientes retretes para los espectadores, por lo que, un año más, la Federación alquila cientos de wáteres individuales, como esas casotitas que los obreros tienen en las obras para hacer pipí y cocó...

Lo de Portugal, un país tan admirable por tantas cosas, es -sin embargo-a veces kafkiano, muy kafkiano. ¡Como si no hubiese estadios de 30.000 espectadores al lado de Braga y Porto, como los de Guimaraes, o Aveiro, o el del Boavista, o incluso ya más abajo Leiría... Cualquiera de ellos tiene mejores condiciones para los espectadores, que el monstruo anticuado y desfasado construido por la dictadura en los años cuarenta y que por no tener, ni tiene ni un maldito bar-café en las inmediaciones; solo bosques y suelos descuidados, donde miles de seguidores de ambos equipos pondrán las mantas y manteles para comer y beber lo que lleven con sus "farneles". Y si lo quieres, bien; y sino, lo dejas...

El Braga y el Porto deberían haberse negado a jugar esta final en donde le da la gana a la Federación. Acabar con ese estadio de Jamor, donde por no jugar -pues no les autorizan los de la UEFA- ni juegan las selecciones inferiores de Portugal, es casi un deber cívico lusitano. Quelo echen abajo, que haga ahí la Federación Portuguesa más campos y centros de stage para sus selecciones, pero que deje de condenar a miles de aficionados a vivir una final en un estadio indigno.

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