La encuesta miente... mientras más lluvias llegan

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+ Texto : Xerardo RODRÍGUEZ -
+ Fotos : GALICIA ÚNICA

LA ENCUESTA MIENTE

Y otra vez los datos: dicen que 65 mil gallegos faltan todos los días al trabajo y una cuarta parte de esta cifra no lo justifica.

No sé yo como habrán hecho la suma, pero aquí en la aldea más bien ocurre lo contrario:

Cuando la gente llega a casa, a eso de las siete y media, y después de haber rendido a sus empresas más de las ocho horas reglamentarias, sigue trabajando. Lo hace en la leiriña, en el monte partiendo leña o haciendo alguna chapuza en casa, que siempre hay que hacer.

No conozco a nadie en mi entorno que falte al trabajo sin causa justificada, es decir, sin que el médico le dé el “volante”, o sea, la baja por enfermedad. Así que, cuidado con el proletariado, que eso de que te llamen vago cabrea mucho.

MÁS LLUVIA (O ESO DICEN)

Termino ya, que se me hace tarde; cuenta MeteoGalicia que esta semana volverán las lluvias. Así que te dejaré una bella postal de agua…

Cuando en Galicia llueve se rompe el silencio de la aldea. Caen las gotas a millones y se inicia el ciclo de la vida.

El agua sabe a néctar y a miel. Hace que germinen las semillas salvajes cubriendo de humedad el alma de los prados. Y fluye por entre las hojas caídas… transparente, cristalina, pura todavía, peregrina y misteriosa.

En el vientre del río crece el agua buscando corrientes favorables para su danza, remansos para descansar, meandros para crear el oasis deseado. Este río es solo una de las mil venas fluviales del país y todos los ríos de esta Tierra Única buscan el trayecto ideal de las brillantes superficies irisadas bajo las que habita el misterio más profundo: un mundo submarino del que es dueña y señora, el agua bendita.

Como Neptuno es el rey de los dos mares, donde mueren todos los ríos. Ambos, Cantábrico y Atlántico, son el escenario iluminado por la transparencia, los reflejos, los espejos que domestican el paisaje de olas que van y vienen en busca de las bellas nereidas de cabellos de oro, como sus atardeceres interminables…

Xerardo Rodríguez

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