Un 30 de Septiembre... y los recuerdos

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+ Texto : Xerardo RODRÍGUEZ -
+ Fotos : Galicia Única - 
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30 DE SEPTIEMBRE

El calor aprieta 30 grados en la City, que por algo estamos en el veranillo de San Miguel. Empieza cada 30 de septiembre para que la gente se tire de nuevo al mar o al río, aunque ya refrescará el día… puede, ya veremos. Por lo de pronto no hay perro en el parque central que no se meta en el agua escasa con la que baja esta vez el Ameneiral de otoño.

Sentando en un banco junto al amigo ameneiro, miro el tiempo a través del espejo del agua y me acuerdo de Manuela Castro y de todo lo que me contó aquel día del final del verano 09:

—- Nunca fun a praia, nin me bañei no río. As mulleres da miña mocedade estábamos condenadas a quedar na casa. Hasta hai ben pouco non podíamos nin votar. Eso sí, traballábamos. Coma mulas… No campo e na casa. Nos facíamos todo. Eu nunca fun o médico. Non porque non o necesitara… ¡E que non tiña tempo! 

En la bodega fresquita de una casa de 1803, heredada del abuelo por la madre y de la madre por la hija, conocí el brillo especial del oro en sus ojos y de la plata en sus sienes. Almacenaba entonces 110 años de existencia y pasaba por ser la más anciana de nuestra Galicia.  

Aquella tarde de otoño, Manuela escondió celosamente la amargura del exilio de su hermano, incluso las inolvidables escenas de muerte que nos trajo la dictadura. Eso sí, te hablaba con soltura del tiempo climatológico y de su vida larga; tenías que verla presumir de cómo…

—- Seica diante de mín se foron moitos que chegaran a os cen… ¡Eu deixoos ir diante!

Pero aquel fue su último año: pasó más de prisa que de costumbre y al siguiente comenzó a fallarle lo que nunca le había fallado a Manuela, hoy singular viajera por el Espacio.

A veces me acuerdo de ella y de las grandes matriarcas de Galicia que lo fueron por obligación… Ni te puedes imaginar lo que me alegro de que hayan conquistado el presente por derecho propio y de esa su influencia vital en un futuro que nadie concibe sin la aportación cultural y social de las mujeres.

Dicen que la nuestra es una población envejecida.

Eso quiere decir que aún nos quedan sonrisas y lágrimas para repartir y besos por recibir… Serán los nietos y los hijos quienes conviertan en eterno el minuto final.

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