Dos geniales apuntes de X. RODRÍGUEZ para empezar la semana : "lamentos" y "cerditos"
NO TE LAMENTES
¿De qué te lamentas, viejo?
¿De qué te lamentas, viejo?
Eres lo que no has sabido ser a lo largo de la vida.
Mira a Pujol, 30 años de honorable y era por los cuartiños.
Tú, sin embargo, has sido un puñetero vocacional de esos que bien conocían los empresarios. Un primo, un pringado al que solo le interesaba el trabajo, que era tu vida. Los cuartiños, si te llegaban bien y si te robaban también.
Así que no te quejes ni maldigas a esta patria de locos.
Solo piensa en el Dios del Mas Allá, donde se supone no hay aforados… y ante el que te presentas limpio, amigo.
UNA DE CERDITOS
Algunos de mis amigos trabajaron para las cajas gallegas y haciendo memoria os digo que jamás pagaron una comida ni con tarjeta negra ni de otro color. Por no pagar ni pagaban un café, que tenían muy agudizado su sentido del ahorro.
Las cajas nos imbuían a todos, ya desde pequeñitos, el espíritu ahorrador. Recuerda cuando ibas a la Entidad con tu madre: el señor del ventanuco te regalaba aquel cerdito de barro con una rajita en la espalda para meter moneditas. Algunos terminaban siendo tan ahorradores que no rompían el cerdito cuando estaba lleno… ¡Qué va! ¡Sacaban las monedas a través de la rajita, una a una, para conservarlo!
Luego llevaban el dinero a la Caja, les metían aquellas pesetitas en la cartilla y les regalaban otro cerdito de barro con rajita en la espalda para que siguieran metiendo moneditas. Sé de uno que aún tiene una colección de cerditos encima de la chimenea de su casa. Son una cerdada preciosa. A cada uno le puso un nombre que se correspondía con el de los señores de la Entidad. Ya sabes que el cerdo es el animal totémico de la Galicia rural y el más parecido al hombre… en su interior.
Si Karina Fallagan viviese… te podría contar cómo los señores consejeros de la época se reunían en su “pub” de la Travesía de Vigo, aquel que estaba plagado de chicas jovencitas que te trataban de tú… ¡Y también cómo pagaba con el dinerito de cientos de cerditos el director de la oficina principal de la Caja!
Aunque, que yo recuerde, nunca hubo por aquí señores con tarjeta para arrasar, de esas opacas. ¡Ni hablar!. En Galicia, los señores consejeros cobraron siempre en efectivo para no dejar rastro de ciertos gastitos. ¡Aquí el plástico se sigue quemando para que no dañe la tierra!
UNA DE CERDITOS
Algunos de mis amigos trabajaron para las cajas gallegas y haciendo memoria os digo que jamás pagaron una comida ni con tarjeta negra ni de otro color. Por no pagar ni pagaban un café, que tenían muy agudizado su sentido del ahorro.
Las cajas nos imbuían a todos, ya desde pequeñitos, el espíritu ahorrador. Recuerda cuando ibas a la Entidad con tu madre: el señor del ventanuco te regalaba aquel cerdito de barro con una rajita en la espalda para meter moneditas. Algunos terminaban siendo tan ahorradores que no rompían el cerdito cuando estaba lleno… ¡Qué va! ¡Sacaban las monedas a través de la rajita, una a una, para conservarlo!
Luego llevaban el dinero a la Caja, les metían aquellas pesetitas en la cartilla y les regalaban otro cerdito de barro con rajita en la espalda para que siguieran metiendo moneditas. Sé de uno que aún tiene una colección de cerditos encima de la chimenea de su casa. Son una cerdada preciosa. A cada uno le puso un nombre que se correspondía con el de los señores de la Entidad. Ya sabes que el cerdo es el animal totémico de la Galicia rural y el más parecido al hombre… en su interior.
Si Karina Fallagan viviese… te podría contar cómo los señores consejeros de la época se reunían en su “pub” de la Travesía de Vigo, aquel que estaba plagado de chicas jovencitas que te trataban de tú… ¡Y también cómo pagaba con el dinerito de cientos de cerditos el director de la oficina principal de la Caja!
Aunque, que yo recuerde, nunca hubo por aquí señores con tarjeta para arrasar, de esas opacas. ¡Ni hablar!. En Galicia, los señores consejeros cobraron siempre en efectivo para no dejar rastro de ciertos gastitos. ¡Aquí el plástico se sigue quemando para que no dañe la tierra!
XERARDO RODRÍGUEZ