En plenos Juegos Olímpicos de este año, cada uno se acuerda de sus deportistas favoritos. El mío, os lo confieso, es David Cal, que se ret...
En plenos Juegos Olímpicos de este año, cada uno se acuerda de sus deportistas favoritos. El mío, os lo confieso, es David Cal, que se retiró en un momento en el que aún podía aumentar sus cinco medallas, las que le convierten en el deportista español más laureado de la historia.
Hasta hace nada había sido “el general del piragüismo”, el gallego de oro y plata que venció en todas las Olimpiadas de las grandes derrotas españolas.
A Cal le debo mi orgullo deportivo y que las banderas gallegas ondearan en mi aldea, donde celebramos sus éxitos porque eran también nuestros. Pero… ¿Qué le voy a decir ahora a los más pequeños, que piragüean por el Tambre soñando con ser cales?
Yo le gritaba desde la orilla…
—– ¡Bravo, Toñito! ¡Vas a ser como David Cal!
Y él levantaba la pala saludándome con entusiasmo desde sus ocho años, que fue la edad en la que David descubrió que eso de remar era divertido. Y… ¿cómo le explicas a un niño lo que es desmotivado?
—– Mira Toñito, David ya no va a competir más porque está desmotivado.
—– ¿Y eso que es?
—– Pues… En este deporte, de entrenos en soledad, río arriba, río abajo, el piragüista tiene dos motores: uno en el cuerpo y otro en el alma. A Cal se le paró el motor del alma que es el del espíritu, el de las ganas.
—– Ya…
Cuando le preguntaron a David Cal como llegaba la desmotivación él dijo:
—– Al principio, no le das importancia porque ya eres veterano y sabes que hay buenas y malas rachas. Pero, al final, ves que todo se acumula en tu cabeza y caes en la cuenta de que no puedes seguir, que la cosa no funciona.
Suso, su entrenador, dijo entonces que un David motivado conseguiría su sexta medalla olímpica… fíjate si tiene importancia esto de la desmotivación. Es una enfermedad que, si te ataca fuerte, resulta irremediable.
Pero no volvimos a vivir juntos, con David, la épica de este deporte. Ni siquiera en los campeonatos mundiales, ni tampoco en los europeos, ni en los de España.
David disfruta ahora de su familia y de Aldán espero que por muchos años. Volvió a ser el hijo tímido del panadero cuando las sombras de las nubes huyen por Menduiña, esa playa amarilla de la bahía bonita, donde el Atlántico en calma mezcla en las olas que van y vienen esa luz de fósforo que va del blanco al azul intenso.
En Aldán le rindieron honores hasta las estrellas de plata que se esconden entre los barcos de su espacio más marinero, el pequeño puerto.
—– Supongo que con este paisaje como testigo, David, habrás buceado entre los recuerdos… ¿Qué has visto en el espejo del pasado?
—– Un niño que se lo pasaba muy bien con el piragüismo y que años después vio como se cumplían todos sus sueños.
18 años de viaje por el mundo del deporte de elite deben dejarle a uno saturado para siempre pero, aún así, David se siente un privilegiado porque conoce a gente que ha entrenado tanto y tan duro como él para luego no conseguir nada. Así es el deporte…
—– A veces me preguntaba cómo podía entrenar tanto esa gente que no tuvo la suerte que yo tuve en lo que a resultados se refiere. Yo me siento un verdadero afortunado.
El campeón David Cal me regaló tres frases de su entrenador que resumen muy bien lo que le llevó al pódium más importante, el que hoy por hoy ocupa como el mejor atleta del olimpismo español:
“Para presumir hay que sufrir” — “En la cama nadie se hizo rico” — “La pereza es la madre de la pobreza”.
David Cal será siempre gente única a la que hay que visitar de vez en cuando y escuchar la crónica de sus paladas por las aguas del mundo, mientras la ría de Aldán pone límites a la belleza de este litoral, en el instante breve en que la luz de oro se posa sobre el horizonte de Cabo Udra.
Xerardo Rodríguez
