IGUAL QUE AYER Todos habéis vuelto esta vez para ayudarme a recordar aquel ocho de diciembre del mil novecientos sesenta y siete, en el Marí...
IGUAL QUE AYER
Todos habéis vuelto esta vez para ayudarme a recordar aquel ocho de diciembre del mil novecientos sesenta y siete, en el Marín más marinero.
Algunos habéis venido desde el Espacio, a medianoche. Muchos desde Ourense y Pontevedra. Otros desde Madrid e incluso desde más lejos.
Estamos todos, ahora, frente a esa marina que preside Tambo: azul de salitre, verde de algas, hierro de barco, ocre de playa… También esta vez los colores de otoño se posan en el agua, como las gaviotas.
Igual que ayer.
Te digo. Gloria ha dejado de ser mi novia después de cuatro años y yo me siento feliz. Los abuelos de mis hijos por venir sonríen y apoyan la unión definitiva e incluso sagrada, que nos llevará mucho más allá de este pequeño mundo, posado sobre un mar de plata, de esos que huelen siempre a algas marinas y suena a música de olas en cada imperfecto rincón de su libre espacio.
Desde este día y desde este lugar donde se nos ofrece la más hermosa de las bahías bonitas, llegaremos juntos a los edenes de nuestras vidas navegando sobre la paz elemental del amor que nunca se acaba.
Esta historia sucedió un día ocho de diciembre de hace cincuenta y siete años. He querido contártela para que compartas la felicidad de dos enamorados a los que el trayecto final aún mantiene unidos, porque las canas y las arrugas engrandecen los corazones.
XERARDO RODRÍGUEZ