¿SERÁ EL SISTEMA?

Los corruptos son la peor ralea que existe en la sociedad porque los ciudadanos les confiaron la gestión de las instituciones y ellos abusaron de esa confianza.

Estamos, una vez más, ante una traición en toda regla que cuesta al erario público millones de euros. Un robo con abuso de poder cometido por personas que presumían de ser muy honorables e incluso se permitían el lujo de manifestar públicamente su rechazo a estas prácticas. La percepción de dinero a cambio de contratos públicos para enriquecerte es algo tan asqueroso que contamina no solo a quienes lo reciben sino a todo cuanto les rodea.

Entonces…, pregunto:

—– ¿Por qué sigue en la política gente así?

—– ¿Por qué la mayoría de los políticos corruptos no pisan la cárcel?

—– ¿Por qué no se da prioridad judicial a los casos de corrupción y se resuelven en plazos razonables?

Un político amigo mío -quiero creer que honrado- me contestó esta mañana…

—– Es el sistema. No te quepa la menor duda de que es el sistema el que tiene la culpa de todo esto.

La mentira y la corrupción parecen estar instalados en partidos e instituciones. Yo no tengo la solución, pero el Congreso debiera dictar normas que evitasen casos como el de Montoro y Cerdá, porque detrás de ellos subyace la financiación de los propios partidos.

Por cierto, está de moda la caza de altos cargos de las instituciones que han falseado el currículo. El último, por ahora, ha sido José María Ángel Batalla, de 68 años, que ha dimitido como comisionado especial del Gobierno para la reconstrucción de la Dana, a los dos días de destaparse falsedades en sus titulaciones superiores, investigadas por la Agencia Antifraude y la Fiscalía.

LA AVARICIA ROMPE EL SACO

Hablando de teles. Ayer se me ha ocurrido ver una peli en La Sexta, que ya hay que tener humor. Era un film de 90’ que, gracias a los anuncios duró 135’. Una burrada publicitaria y un atentado contra el arte, si ese cine fuese arte…

Por lo visto es la práctica habitual de las televisiones privadas: pocos contenidos interesantes, mucha publicidad… ¡Son verdaderas máquinas de ganar dinero! De hacer ricos a sus “amos” que, por lo que pagan al personal en este momento, se han convertido en los “señoritos de la finca”, a la vieja usanza.

XERARDO RODRÍGUEZ