Los tiempos de la picardía...
LOS TIEMPOS DE LA PICARDÍA
Los agros amanecieron hoy reverdecidos por la lluvia y los senderos de las aldeas próximas recuperaron a los de siempre, a los que transitamos más allá de lo que el cuerpo nos pide, por si acaso colesteroles y transaminasas se nos suben a las barbas. Las conversaciones nos llevaron a un pasado lejano, para mí muy difuso, ya que aún era un imberbe adolescente cuando esas cosas sucedían. Balbino fue el primero en abrir fuego con esa picardía que tiene… porque el que tuvo siempre retuvo.
—- Eu me lembro de cando viñan a Santiago aquelas artistas que ensinaban as pernas bailando no Principal. Alá baixábamos nós, que non tiñamos un peso, para disfroitar coa vista…
—- ¿Soio ca vista?
—- ¡Soio, que aquelas mulleres eran moi decentes!
Debían de ser los tiempos del Pasapoga en Madrid y del Paralelo en Barcelona, cuando las revistas de Coslada recorrían España y la música era pícara; muy pícara, pero nada maliciosa.
En Ourense, a mis quince, había un café cantante en la calle del Paseo, “La Bilbaína”, con espectáculos de sobremesa, tarde y noche. Un día, tentado por la curiosidad, me envolví literalmente en unos pantalones de mi padre –yo aún andaba con bombachos- me puse la gabardina encima y allá me fui a la función de las cuatro a ver qué pasaba.
Me quedé boquiabierto con aquellos vestidos de andaluzas revoloteando casi hasta la cintura que nos hacían imaginar pubis ocultos bajo discretas enaguas con volantitos. Yo no perdí detalle y mi amigo Víctor, el único niño de la ciudad que estudiaba ruso, tenía los ojos como platos.
Cuando terminó aquella función nos reunimos con los demás en los jardinillos del Padre Feijóo y les contamos todo, con las debidas exageraciones imaginadas e imaginables. Fue la primera vez que me colé en una fiesta, pero no sería la última. Corrían los inocentes “tiempos de la picardía” y en Madrid mandaba desde hacía unos años un ferrolano general al que todos llamaban Caudillo, con mayúscula.
XERARDO RODRÍGUEZ

