Déjame que siga con mis recuerdos. Quizá haya nacido, como el tango, en Buenos Aires; o tal vez como un sucedáneo postmoderno de aquellos títeres que iban todos los veranos a Cudeiro, para hacernos reír junto a la fuente, frente a la iglesia, en las calurosas noches de nuestra infancia. ¿Te acuerdas, Chicho?
Entonces, ningún periódico hacía editoriales ni tampoco en las radios escuchábamos tertulianos. Los cómicos y los músicos eran la única esperanza satírica de un país bajo censura.
Así que es posible que este teatro gallego de ahora, se lo debamos a aquellos autores de antes, como Lugrís, Blancoamor o el mismísimo Castelao.
Nombres que nos llegaron a los niños de la postguerra en el Turreiro, pronunciados, en secreto, por un titiriteiro.
Ahora la acción poco tiene que ver con la poética aristotélica de antes, pero existe un Teatro galego popular al que debemos una buena parte de la difusión de nuestra cultura.
A veces, incluso, el Teatro vuelve a ser un compromiso de país porque ya se sabe que la escena se ha vuelto hiperreal… por eso me siento orgulloso de que mi hija forme parte de la legión de gente que hace teatro, vivero de nuestro cine, ese que soñamos como industria.
Así que, dejadme presumir hoy de nuestros cómicos que son únicos alegrándonos las penas. esas que hoy en día tienen, casi todas, origen político.
AUNQUE SEA VAYÁMONOS PARA CUBA

Hay muchos cubanos que suspiran por España y unos cuantos por Galicia. No saben ellos que algunos gallegos ambicionamos vivir en uno de esos cayos tan lindos que pertenecen a Cubita la Guapa, a donde no llegan las voces de los chupópteros que nos están llevando al caos.
Porque esta España ya nos ha helado el corazón, como pronosticó Machado. La política nauseabunda ha convertido el estado en una gran cloaca en la que ya resulta imposible vivir: no nos va a quedar sitio para tanto pobre abrumado por la carestía de los productos alimenticios, los precios del gas y la electricidad, los alquileres desorbitados de viviendas que provocaron una legión de okupas, los costes de las gasolinas, los mil y un impuestos que nos obligan a pagar el Gobierno central, la Xunta de Galicia, las diputaciones provinciales y los ayuntamientos…
¡Nos han llevado a la ruina bajo el paraguas de la ley, una ley de leyes, una Constitución tan obsoleta que no respetan ya ni los que la redactaron y de cuya reforma nada quieren saber ni los gobernantes de ahora ni los que aspiran a gobernar!
Tú la miras, semihundida en el acantilado de la economía personal, y te preguntas quien reflotará esta nao de viejos imperialistas y conquistadores de aventura, quien será capaz de solucionar el desastre y devolvernos el orgullo patrio perdido y la calidad de vida que nos habíamos ganado con nuestro propio esfuerzo.
Entonces la mirada se pierde en el horizonte, pero no se ve nada que no te invite a alejarte de esta camarilla que sigue sonriendo cínicamente ante la más grave situación que vivieron España -y por supuesto Galicia- a lo largo de su historia.
Uno ya está muy viejo para emprender aventuras, pero en otro tiempo elegiría Cuba para vivir. Porque no pasaría frío en invierno. Además, prefiero que me tomen por comunista a por un imbécil. No te rías, que es verdad.
La última que he descubierto: los de la aldea y los de la City que tienen traída de aguas municipal y pagan religiosamente por el suministro, que sepan que el recibo lo aumenta un impuesto que la Xunta de Galicia llama “canon del agua” y que suponen 72 euros al trimestre. Es decir, estos chupópteros, te cobran por algo que la Naturaleza te regala. Porque en Galicia sigue lloviendo y mucho.
En fin, como uno no está ya para hacer la revolución, habrá que ir muriendo poco a poco, a lo pobre, que la pensión no da para otra cosa.
XERARDO RODRÍGUEZ