Por Xerardo Rodríguez , director de " Galicia Única ". Y a ves, mi querido amigo, como, a pesar de los pesares, siguen ondeando la...
Por Xerardo Rodríguez, director de "Galicia Única".
Ya ves, mi querido amigo, como, a pesar de los pesares, siguen ondeando las banderas de la independencia en Cataluña y en Euskadi, mientras en Galicia apenas nos preocupa el asunto, porque, cuentan por allá, estamos hechos de otra “pasta”. Ya les vale. Cuando nos necesitaron contra Franco los vascos y los catalanes éramos todos Galeuska, recuerdo. Y cantábamos juntos, todos a coro, aquel “Venceremos Nós” que copiáramos del repertorio reivindicativo de Joan Báez. Ellos, los vascos y catalanes, siempre barrieron para sus casas; y a nosotros, los gallegos, nos trataron toda la vida como los parientes lejanos que vivían al otro lado de la Cordillera Cantábrica; eso era, ya entonces, muy lejos. Ahora, ni más ni menos, nos tratan como hacen los de la capital de este moderno reino de Felipe VI. Exactamente igual. Para ellos no somos una nación histórica, sino…
—– Una esquina atlántica llena de “parvos”, a donde hay que ir a comer marisco porque hagas lo que les hagas nunca protestan.
Os equivocáis. Aquí solo nos quedamos los listos. Que sepáis también que a los gallegos nos sobra este autogobierno que tenemos para, pese a estar dejados de la mano de Dios, ir tirando. Y tú ya sabes que lo bueno, como dice mi amigo Bieito, “o caso é ir indo”.
Pero no resisto la tentación de ponerles a todos los puntos sobre las íes y ofrecerles gratis una lección en la que supongo queda claro que Galicia es un muy antiguo reino con catorce siglos de historia.
¡Ah! Y todo lo anterior lo digo sin acritud, que los gallegos hacemos gala de una tranquilidad… casi pasmosa.
El paisaje medieval gallego está siempre dominado por el Castro, que es el origen de la vida organizada, cuando la Tierra verdescente estaba solo habitada por las tribus galaicas. Sobre los castros se elevaron las torres, fortalezas y castillos medievales; y, a la sombra de estos, nacieron las pequeñas leiras, las parcelas de la tierra cultivada que hacen posible la vida campesina.
La Edad Media transforma a Galicia y cabalgan sobre su piel feudales señores, de nobleza conquistada, absolutos dueños de provincias enteras. Son los Andrade, los Lemos, Pedro Madruga, los Altamira, los Trastámara… Se dedican a la caza, especialmente del jabalí. Y a la guerra.
Porque esa es época de días militares contra el moro invasor y cuando se agiganta la leyenda de Santiago Apóstol, Hijo del Trueno. Entre la leyenda y la devoción, se abren los caminos que desde Europa, atravesando las más altas montañas, llegan hasta Compostela. Llegan miles de peregrinos y surgen los grandes monasterios.
Los monasterios serán los centros culturales de los días medievales de Galicia… Y los “Irmandiños” fuerzan la decadencia feudal. A su revolución se debe la destrucción de las fortalezas, desde las que se cometían todo tipo de atropellos contra los indefensos marineros y campesinos…
El antiguo reino de Galicia perduró a lo largo de 1400 años y jugó un relevante papel en algunos de los aspectos más sobresalientes de la historia de España, como por ejemplo, en La Reconquista, en la expulsión de los árabes.
La Edad Media fue, sin duda, una época de gran esplendor para el País. Porque el de Galicia fue el primer reino de Europa. Existió ya desde el siglo V. Abarcaba desde el río Duero, hasta Cantabria y León. Era el reino gallego de la época sueva.
La integración de Asturias en el reino de Galicia se produce entre el reinado de Alfonso I y el de Ramiro I, ya en el siglo IX. Uno de los aspectos determinantes para la consolidación del reino fue la noticia del descubrimiento del sepulcro del apóstol en el monte Libredón y el papel que desempeñan las sedes episcopales y los monasterios.
El reinado de Alfonso III a finales del siglo IX pretende mantener las tierras de Galicia bajo control mediante el nombramiento de herederos de la casa real para su gobierno. Estas medidas no calmaron los conflictos entre los nobles gallegos y los monarcas astur-leoneses. El reinado de Alfonso VI fue de vital importancia, sobre todo porque impuso las peregrinaciones a Santiago, aunque el culto a las reliquias del Apóstol había comenzado ya durante el reinado de Alfonso II. Es en este momento cuando Galicia pasa ya a tener su configuración actual, y se inicia una de las etapas más brillantes de su historia.
Nos situamos ya a comienzos del siglo XIII. La urbanización de Galicia comienza alrededor de dos ejes fundamentales: el Camino de Santiago y la ruta de la costa, que permite la creación de núcleos comerciales. Gracias a las vías xacobeas nacen poblaciones como Arzúa, Melide o Portomarín. Y puertos estratégicos como A Guarda, Noia, Baiona, Vigo, Muros, Coruña, Betanzos o Viveiro.
Este fenómeno urbano tiene mucho que ver también con la revitalización de las ciudades episcopales: Lugo, Ourense, Mondoñedo y Tui, a las que se suman Santiago, A Coruña y Betanzos como las siete capitales del Reino de Galicia. Durante estos años las ciudades viven su época dorada. En Ourense por ejemplo la población era de 3.500 habitantes en el año 1445. En Pontevedra a mediados de ese siglo era de 5.500. Se produce una expansión del viñedo que junto con la salazón de pescado copa la actividad comercial.
Después de largas etapas de desarrollo cultural, social, y económico el siglo XIV viene acompañado de hambruna, peste y miseria. Los conflictos entre la nobleza tuvieron consecuencias para toda la sociedad. Hasta el inevitable estallido de la Revolución Irmandiña en 1467. En realidad, el reino de Galicia existió durante catorce siglos, pero la historia política lo limita hasta el fin del siglo XV.