Valles, ríos, mares y... cuando Einstein estuvo en Vigo
NO HAY VALLE SIN RÍO NI ALDEA SIN VALLE
Dos mares abrieron el horizonte a otros mundos y siete caminos milenarios vertebraron el territorio, de cumbres suaves y valles profundos, organizado en torno a mil ríos. Así es la Tierra que habitamos: luminosa, por la confusión que la luz crea entre el cielo y el agua. Fantástica por sus espacios de leyenda. Hermosa por naturaleza. Dulce por la canción de los pájaros. Y noble por las huellas de la vieja estirpe.
Encerrado en mi propio país, hoy me cansé del hogar y allá me fui, otra vez, a dar los mismos pasos de la última década, saludando a la gente…
—- Ola, bós días.
—- Bós días nos dé Dios.
Me sobra con que me salude al paso la gente única, esa que es de mi especial afecto por las vivencias que transmite. Y sigo para que la escena se repita en la próxima parada. Estoy en mi valle.
Se abre a la calma de la vieja aldea donde hasta el tiempo se detiene para descansar, mientras el río remueve el paisaje para procurarnos los brillos de las mañanas de oro. Este valle se extiende poco más allá del espacio urbano y el río llega desde el monte próximo, tras superar el vértigo de la cascada. En Galicia, no hay valle sin río ni aldea sin valle, que reverdece cuando la bruma mansa empapa la tierra.
UN NUEVO ORDEN MARÍTIMO
¡Ay, o mar, o noso mar! ¡Y el océano, o noso océano! Como estarán sufriendo las consecuencias del calentamiento global Cantábrico y Atlántico para que aparezca en Sanxenxo un sapo lusitano, que es pez africano. O nuestros submarinistas se tropiecen en las rías con especies tan raras como el jurel canario, el pez luna real o el pez limón.
Dicen los expertos que se está creando un nuevo orden marítimo que afecta a toda la cadena trófica, desde el fitoplancton hasta los grandes mamíferos. Por eso los mariñeiros del cerco se topan cada verano con ballenas y orcas. Y en la ría de Arousa pescaron un pulpo Scaergus unicirhus rarísimo y también ejemplares de Munida Iris, un tipo de langostilla. Nunca se había visto tal cosa en aguas arousanas.
A todo esto, la merluza del pincho se va de nuestros mares y busca aguas frías en Irlanda mientras los xurelos se escapan para el canal de la Mancha.
No sé, no sé, pero da la impresión de que esto del cambio climático nos está poniendo todo patas arriba.
CUANDO EINSTEIN ESTUVO EN VIGO
Esta noche se me coló en mis sueños Barreiro, cronista del puerto y del aeropuerto de Vigo en mis tiempos radiofónicos. A menudo tomábamos un café a media mañana en el Café Fraga y me anticipaba su crónica del día siguiente. Así me enteraba antes que sus lectores de qué trasatlánticos iban a amarrar en la estación marítima internacional próximamente.
Barreiro sabía latín y lo rimaba con la gente humilde de aquel puerto de entonces. Le avisaban cuando un suceso merecía la pena e incluso le contaban qué gente famosa venía a bordo de aquellos buques enormes, que ocupaban todo el muelle de trasatlánticos e introducían en la ciudad, durante unas horas, a miles de turistas.
El puerto era lo importante porque a Peinador solo llegaba un Focker al día, de turbohélice, medio vacío. Era el avión “de línea” y volaba a Vigo desde Madrid. Tardaba tres horas de Vigo a Barajas.
Mi colega fue un gran estudioso del puerto de Vigo y por él supe que Albert Einstein había hecho dos escalas aquí, en marzo y en mayo de 1925: por lo visto lo que más le asombró de la ciudad fue la luz y especialmente el ocaso. El sabio autor de la Teoría de la Relatividad contempló cómo se escondía el sol tras las Cíes desde la cubierta del “Begoña” y lo anotó en su diario…
—- Riqueza de colores y puesta de sol en Vigo. Incomparable.
Entonces y aún ahora me digo a mi mismo que Einstein y yo tenemos algo en común: a los dos nos asombró el luscofusco… (Palabra que mejor define ese momento en el que el astro rey de nuestra galaxia se hunde en el mar con relativa lentitud, junto a las islas de nuestros mitos).
Xerardo Rodríguez