CASTELAO RIANXEIRO

El espíritu de Castelao vaga por las calles de Rianxo impregnadas de Galleguidad. Preside la villa y contempla la belleza del mar de Arousa en este otoño de mar.

Al fondo, tras Sálvora, imaginamos hoy América, tan querida y tan nuestra; que nunca olvidamos aquel éxodo y, cómo no, aquel exilio…

Cuando afloran los recuerdos, los protagonistas de nuestra cultura universal reviven a través de la tradición y de las aportaciones rianxeiras, que mantienen vivo el espíritu de sus hijos ilustres.

Entre las paredes de la casa de Castelao hay mucho de aquel Buenos Aires querido; y en el santuario de la Virxen Moreniña suena el eco de aquel mariachi de la Virgen guadalupana.

En Rianxo la cultura tiene una impronta histórica indeleble. Tiene música e imagen universal. Y sentimiento galleguista…

¡Como un discurso de Castelao!

DONDE DESCANSABAN LOS OBISPOS

Mi inolvidable amigo Eduardo Blancoamor bien conocía Barbadás y fue él quien me descubrió A Valenzá de los años sesenta. En una taberna hoy desaparecida inició su “Esmorga”, la mejor novela de la Literatura gallega de todos los tiempos. Había vuelto de su Buenos Aires querido y fuimos a pie desde la Alameda, cruzando el Barbaña, que es afluente del Miño.

Llegamos hasta Sobrado do Bispo en donde Eduardo me enseñó la Casa da Mitra, la residencia veraniega que mandó construir el obispo de Ourense Francisco Blanco, en el siglo XVI.

Fue aquel prelado, un pionero de la segunda residencia, que los ourensanos de hoy convierten en primera, porque da gloria vivir en la periferia huyendo de los calores de la hoya urbana, cuyos porqués describió el ilustre geógrafo Albino Nuñez. Otros obispos que veranearon en la Casa da Mitra concedieron al San Benito da Covadolobo, en Piñor, el privilegio de ser el más milagreiro.

Pero el verdadero milagro es la conservación de los entornos naturales del municipio, que estuvo en peligro de extinción, primero por la emigración del hambre y luego por la invasión capitalina.

Xerardo Rodríguez