Paseando por "As Furnas"...
PASEANDO POR “AS FURNAS”
En los días grises hay mar de fondo, aunque a la vista aparece en calma. Así se me presentó ayer tarde el Atlántico. Verás. Procuré el océano para pisar la arena de una playa sin gente. Quise pasear mojándome los pies, una de mis manías en los días sin sol, porque me dijo mi médica que eso es estupendo para la circulación.
No te rías, que los hay mucho peores; bien recuerdo a mi vecino Custodio, el de Tabagón, bañándose en el mar de A Guarda todos los fríos inviernos; y a su mujer, Socorro, esperándole en la arena con una toalla de talla grande. Decía él que esos baños helados expulsan todos los males del cuerpo.
Una vez le contesté…
—– Hombre, yo aún no tengo tantos males como para morir congelado…
Por decirle eso me puso cara de machote con mala leche y pocos centímetros de altura.
Pero a lo que iba. Estaba paseando tranquilamente por la orilla de la playa, saltando de ola en ola, cuando llegó una excusión con guía y allá se marchó mi paz, navegando hacia el infinito.
Estaba en la playa de As Furnas y lo que ignoraba es que dos películas, media docena de libros, unos cuantos programas de televisión y una historia que nos conmovió a todos, podía provocar tanta curiosidad en los que practican el turismo del morbo.
Entonces recordé aquellos días en los que conocí a Ramón Sampedro, con su sonrisa de poeta y ofreciéndome sus fáciles sentencias, como buen filósofo nacido de una tragedia. Me fijé en la arena y noté esa resaca tan frecuente en el Atlántico abierto de Ribeira. Seguro que aquel día también había mar de fondo.
Ramón estaba al borde del pozo natural que formaban las rocas. Para apurar los calores de aquel verano se lanzó al agua, pero… al caer notó que se la había llevado la resaca, el agua; porque su cuerpo, menudo pero fuerte, chocó de pronto contra la arena.
Así se fracturó la espina dorsal y así quedó tetrapléjico para toda su vida. Nunca encontró una buena explicación a lo sucedido, pero, cuando le conocí, postrado en el aquel lecho donde las horas eran siglos, recitó a Neruda para decirme…
— Estoy cansado de ser hombre…
Hasta los 25 años había disfrutado del mar y el mar causó el accidente que cambiaría su vida. Tengo que ir más a menudo a esa playa para sentir su presencia, porque seguro que ayer estuvo paseando a mi lado.
Esta mañana, como predijo Martín, también llueve; pero se colarán raioliñas y es probable que vuelva otra vez el sol de otoño e ilumine nuestras cabezas, en algún momento. En la aldea han vuelto a ponerse esos plásticos de peregrino y alguno sacó el paraguas, pero a mí me gusta mojarme de cuando en vez.
TODOS PENDIENTES DE MELISSA
Anoche hemos visto las imágenes del ojo de Melissa, ese huracán de categoría 5, que está destrozando Jamaica. Mete miedo. Ya han muerto nueve personas y el NHC de Miami ha advertido a todos: “si quieren salvar la vida esta es su última oportunidad. Refúgiense de inmediato”. El Centro Nacional de Huracanes advirtió que Melissa viene acompañado de «vientos catastróficos» y solicitó a la población de Jamaica que busque refugio de manera inminente puesto que se trata de una situación «extremadamente peligrosa y que amenaza la vida».
Se desplaza actualmente a unos 7 kilómetros por hora en dirección nor-noreste, lo que podría empeorar la devastación que ocasione en tierra. Melissa tiene el nivel 5, como te decía, el más alto en la escala Saffir-Simpson.
Se registraron ayer martes vientos de 295 kilómetros por hora antes de llegar a Jamaica y ya ha dejado nueve muertos: tres de ellos en Jamaica, otros tres en Haití, dos en Panamá y uno en República Dominicana. El ojo del huracán ha tocado tierra a las 12:02 hora local (17:02 GMT) en Westmoreland, distrito limítrofe con Saint Elizabeth. En estos momentos ya se ha calificado como el peor del siglo y en Jamaica está dejando vientos superiores a los 300 k/h y lluvias torrenciales que lo destruyen todo a su paso. Lo único que nos queda es rezar y pedir que pierda su fuerza cuanto antes.



