LA PLAYA DE NEPTUNO

Este sábado de agosto, tras una jornada de fiesta cumpleañera, volveré a disfrutar del embrujo de mi playa favorita. Lo es porque en ella dormí con techo de estrellas y música de olas por primera vez; por eso aquel amanecer de julio bauticé al litoral de Cangas como Costa Meiga. Sí, esta tarde iré a Limens porque ha vuelto a su arena la paz marinera del tramo final de cada estío. 

Gozar de unas horas de sosiego mirando a Cíes en el horizonte de la ría de Vigo es para mí volver a una juventud intensa en O Morrazo, donde viví las primeras aventuras trascendentales de mi adolescencia, cada verano, todos aquellos veranos.

Limens era entonces mar, arena y pinos. Entre ellos nos instalábamos tras las sentencias de mi madre…

—- Parecéis gitanos.

—- Es que lo somos, mamá. ¡A mucha honra!

Aquello de ir de camping en la época tenía su aquel y no creas que no pasábamos nuestros miedos, a pesar de nuestro espíritu aventurero. Incluso una noche llegamos a ver a la mismísima Santa Compaña. Iba por el monte camino de Nerga y el sonido de sus rezos se mezclaba con el del mar batiendo contra los acantilados y deslizándose sobre la arena. Era una comitiva numerosa y portaban velas que veíamos con pavor entre la oscuridad.

Pasamos la noche en blanco y nos faltó tiempo por la mañana para ir a la taberna de Lino a contárselo, mientras él se reía de nosotros, como si aquello tuviera trampa. Y la tenía, porque no era la Santa Compaña, eran los jóvenes de Acción Católica de Vigo rezando el rosario mientras hacían el camino de cada viernes a su campamento.

En Limens, mi gente, conocí a José María Castroviejo y en aquella playa a la que solo se accedía entonces por un camino, compartí muchas horas con mis amigos Víctor Varela y Enrique Enríquez.

En Galicia cada uno tenemos nuestro Limens y procuramos disfrutarlo hasta que el verano se acaba. Esa condición aún no se da porque el sol calienta la City y los turistas aún siguen aquí.

Eso sí, la soledad es indispensable para que se te presente el mismísimo Neptuno rodeado de las leucoíñas, las sirenas que habitan en la cara norte de las Illas Cíes.

XERARDO RODRÍGUEZ