Peregrinos, Cabanillas, Galicia...
ENCUENTRO PEREGRINO
Esta mañana casi tropiezo en Augapesada con dos peregrinos de amanecer, gente de bien que procura la paz de los caminos desde hora temprana y sonríe al prójimo que sale a su encuentro. Los tres hicimos un alto en el lugar donde comienza la cuesta más empinada del tramo Santiago-Fisterra, pendiente que el otro día hizo desistir del intento a una potente alemana que no hacía más que repetir…
—- Taxi, taxi, taxi… please.
Lita la llevó a Fisterra y parece que la señora esperó allí a unos compatriotas que iniciaron el Camino en O Cebreiro, disfrutando de la villa y de sus buenas viandas.
Estos peregrinos de hoy no precisaban de taxi. Iniciaron la ruta xacobea en Roncesvalles, pero ya fueran romeros en Roma y palmeros en Jerusalén. Se trata de una pareja australiana, de edad mediana, que se proponen peregrinar a los grandes centros de oración de todo el mundo.
—- Iremos próximo viaje a Tibet…
Está claro que lo suyo es la espiritualidad no la religión.
— ¡Buen camino, amigos!
CUANDO LAS NAVAJAS VOLABAN
Alguna gente siempre se ha tomado la política medio en broma y entre los que yo conocí destaco a Pío Cabanillas, que llegó a ministro con Franco y pasó por ser uno de los activos más importantes de la derecha gallega, más incluso que Fraga; aunque yo creo que su adscripción era lo que menos le importaba.
Hoy les conté a mis hijos aquella conversación “secreta” que mantuvieron en Cudeiro, en la terraza de la casa de mis padres, Pepe Vilas y Cabanillas. Mi pariente le advirtió al político…
—- En Pontevedra quieren cortarte la cabeza…
A lo que replicó Pío…
—- ¿Para qué la quieren? ¿Para ponérsela?
En las elecciones de 1977 Pío Cabanillas resultó elegido diputado… por Ourense. Su ambicionado número 1 en Pontevedra -donde entonces volaban las navajas- lo ocupó Jesús Sancho Rof, que con Franco solo llegó a director general y era madrileño.
En el congreso, durante la transición política también había intrigas, pero nadie escuchaba los insultos.
GALICIA, DUDA INMENSA
Salvador García Bodaño, mi poeta de cabecera, definió así a Galicia. Lo hizo en uno de los poemas que mejor describen esta sociedad que oye truenos en Madrid y dice que son bombas de palenque.
—- ¿Y qué, si vivimos a nuestro aire?
Pues nada, solo que esa es una irrealidad. El país depende del estado y España de Europa. Y esta es una cadena hecha con eslabones de despropósitos. Vamos, una pasada. No hay más que escuchar a la ministra de Hacienda hablando de presupuestos.
Lo único que aquí aumenta son los impuestos y el número de políticos. Los unos sirven para pagar a los otros y vamos de comicios en comicios, hasta lo que yo llamo el juicio final, los anarquistas la revolución y los militares golpe de estado.
No es broma, que dijo el rey emérito a sus íntimos de Sanxenxo que el otro rey está preocupado… aunque seguramente por él mismo. Pero no hay que fiarse mucho de esos fascistas de la extrema derecha que están de veraneo mientras España está ardiendo por su parte más débil, la rural, de lo que acusan al Gobierno y de paso a este sistema democrático de las autonomías.
Bien es verdad que aún nos quedan seres de luz a los que recordamos… en ese instante en el que el sol nos deja ver como se acuesta, como ayer, en el lusco fusco de nuestra paz, el momento para olvidarnos de las noticias de sangre de los periódicos. Se posa ese cielo sobre nuestras cabezas y pasa a ser secundario todo lo demás. Solo la belleza nos conmueve en este día feliz de verano.
Xerardo Rodríguez
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