CONVERSACIONES DE VIEJOS

Calentaba el sol tempranero algún grado más que ayer cuando emprendí la ruta de los molinos para ver el vuelo de las garzas y recrearme en la sinfonía del agua del Riamonte; pero baja tieso tras tantos días sin lluvia, por eso mi sonido favorito se quedó en un bolero de Basurto y la música de mis pájaros cantores. En esto que apareció Marcelino cantando aquel poema de Machado que musicó Serrat…

—- Caminaaante no hay camino, se hace camino al andar.

Y nos fuimos juntos hacia Lama en donde el abuelo estaba ya sentado en el quicio de la puerta de la vieja casa. Este hombre, encorvado en su asiento de piedra, me recuerda al abuelo de Alberto Cortéz, aquel que se fue a hacer las Américas y se murió en ellas de pena, porque se acordaba de su Galicia y nunca pudo regresar a ella…

—- Bós días, Germán.

—- Están bós, ó, pero fai falla que chova.

—- ¿E logo a que te dedicas?

—- ¡A esperar!

—- ¿A esperar a quen?

—- Paso a vida esperando… A que meu neto volte de Londres, a que a a sua nai veña do médico, a que seu pai atope traballo e se deixe de quitar herbas da leira, a que Deus me leve sen presa, a que se vaia o Sánchez…

—- ¿E por qué queres que se vaia Sánchez? ¡Igual ven outro pior!

—- Porque eu era do “soe” de toda a vida. Era de Guerra mais que de Felipe. E de Paco Vázquez, cando ainda era socialista. E de Laxe, cando foi presidente da Xunta. Hasta fun de Touriño e caéme ben Abel Caballero, o alcalde de Vigo… Pero tantos ladróns gobernando España non se poden tolerar… ¿Non sí?

Germán siempre fue socialista y Marcelino de don Manuel. Ahora dicen estar confundidos, por eso enseguida se ponen a hablar de otra cosa…

—- ¡Bah! A política para os políticos que viven dela. Nos ao noso…

No me quedó claro que era lo de ellos, pero sí supe que ambos los dos habían visto en Luar a Alberto Cortez, cantando sentado en una silla, con honestidad, en directo y acompañado solo de un piano… Esto fue hace años, pero aún se acordaban.

Por lo visto Germán se emocionó porque esa era la canción que siempre tatareaba en aquel viejo café de Avellaneda en el que trabajó veinte años de camarero.

Esta mañana regresé a casa pensando en la cantidad de camareros que Galicia proporcionó tanto a América como al resto de Europa, incluso a las islas Canarias. En este aspecto, la historia parece tener continuidad en los “milenios”, que es como le llaman Lino y Germán a la generación de mis nietos…

Desde que el abuelo de Alberto Cortez, que era de Punxín, sufrió aquel exilio… su Galicia siguió exportando camareros hasta en este 2025, cuando las cifras de los que se van compiten con los trajes de Zara, los coches de Citroen y el granito rosa Porriño. Y todo, a pesar de tantos esfuerzos. Así que dejad tranquilos a los que vienen, ayudadles todo lo que podáis.

Xerardo Rodriguez