AYUDAD A LAS OENEGÉS

He de reconocerte que estos días grises de mis amaneceres son los mas tristes, pero no por ello deja de ser bella esta vida de anciano cuentacosas que busca en el medio ambiente la compañía de los seres vivos, ya sean de los que cobran forma vegetal o animal. Te digo que me he acostumbrado a conversar con los árboles del parque y ellos también se emocionan y tienen sentimientos, que no hay mas que ver como lloran los castiñeiros por sus abuelos centenarios, asesinados por el fuego en la montaña ourensana y aún más allá, en las Médulas del Bierzo hermano.

Esta mañana me he imaginado a mi mismo con otros orígenes lejanos, pobre, angustiado por la guerra, sin nada que llevarme a la boca y sin un mísero abrigo para sacudirme el sorpresivo frío de este penúltimo día de agosto. Me he mirado en el espejo del río para ver como el dedo gordo de mi pie asomaba por una ventana de las zapatillas y como mi cara no disimulaba las arrugas de la vejez, al mismo tiempo que mis manos temblaban más de lo normal y contagiaban a los harapos con los que cubría mí cuerpo.

Ya. No es, pero pudo ser porque nadie puede elegir a su madre para nacer. Por eso te invito a pensar hoy en los que sufren la vida que en suerte les ha tocado malvivir.

Así que, conforme os pedí las plegarias para que la lluvia apagase el fuego de los infiernos y vuestros dioses os hicieron caso, hoy seguid con la cantinela contra la guerra y contra el hambre pidiendo justicia para la humanidad maltrecha por culpa de los demonios de la Tierra. Mírate a ti mismo en el espejo del río y comprenderás que no es cuestión de ponerse de lado ante tanto crimen. ¡Ayudad a las oenegés a cambiar este mundo!      

LA LLUVIA APAGÓ LOS INCENDIOS

Tras 21 días quemando los montes más emblemáticos de Ourense y Lugo, llegó la lluvia y apagó definitivamente los incendios forestales más catastróficos desde que hay registros. Esta devastadora ola de fuego calcinó en Galicia casi 120.000 hectáreas, arrasó con varias de las aldeas de nuestros ancestros, causó cinco muertes y casi un ciento de heridos. Mató flora y fauna. También quemó el pasado de centenares de personas que se han quedado sin nada. Chandrexa de Queixa, Larouco, Maceda, Manzaneda, Trevinca, Carballeda de Valdeorras, Oulego, Oimbra, Montederramo, Xinzo, Vilardevós, Carballeda de Avia, Beade, Avión, A Mezquita, A Gudiña, A Pobra do Brollón, O Courel… Eran territorios hermosos de la Galicia interior y ahora solo son una negra perspectiva, no parece nuestro mundo.

La dimensión de la catástrofe ecológica y de los daños causados por los incendios nos la da las comparativas que hicieron algunos medios de comunicación: el monte quemado equivale a la superficie de la isla de Mallorca, corresponde a la suma de las siete ciudades gallegas juntas, es como si hubieran ardido Madrid y Barcelona a la vez… Los daños materiales, aún sin cuantificar, hablan de miles de millones de euros…

Las gentes afectadas están aún en shock. Las subvenciones prometidas vendrán tarde y serán insuficientes, como siempre. Nadie sabe que va a ser de los pueblos destruidos que ahora limpian de escombros los militares. Las víctimas solo escuchan a sus vecinos que, otra vez, pronuncian mejor que nadie la palabra solidaridad y les han ofrecido alojamiento y colaboración para que las aldeas de los abuelos no se mueran entre silvas y maleza, como la mayoría de los pueblos abandonados tras el éxodo gallego a América. Esta Galicia vuelve a ser la “duda inmensa” que cantaba el poeta. Porque, aunque las llamas hayan sido derrotadas por el agua de nuestras vidas ni se vea humo por el horizonte, en esos lugares a los que el paso del tiempo devolverá su belleza aún huele a chamusquina.

XERARDO RODRÍGUEZ